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9/05/2018

Dosis mínima de pesadilla


El debate sobre sustancias estupefacientes volvió a abrirse, centrándose en el consumidor. Unos sostienen que se debe “respetar” lo regulado en relación con la dosis mínima. Otros se inclinan por la penalización sin importar la cantidad. ¿Qué hay de los microtraficantes? ¿Qué hay de los que la producen? ¿Qué hay de los que la comercializan al por mayor y la exportan? A esos nadie los menciona. Como tampoco se menciona que el consumidor no sólo es el habitante de calle o el reciclador. También lo es el universitario, el profesional, el obrero, el oficinista, el hijo de la vecina chancluda y el hijo de la señora de la aristocracia local… Muchos.

Si es un embarque de dos toneladas, se les dará un subsidio. Hay que fomentar la exportación

Vamos por partes. Tal como se ven las cosas, la propuesta de acabar con el narcotráfico atacando directamente el consumo es como creer que el cáncer se combate con pastillitas de Acetaminofén, como lo hacen las EPS. Desde que la ley 30 de 1986 implementó medidas para controlar la producción, distribución y consumo de estupefacientes y otras sustancias, el asunto no ha tenido pies ni cabeza; al contrario, ha aumentado año tras año hasta hacerse insostenible. El aumento de las hectáreas de coca cultivada a la vista de todos evidencia ese ascenso.

La ley 30 de 1986 pretendió erradicar un delito incipiente -pero ya por entonces con entidad- y terminó a la zaga de un monstruo de mil cabezas que corrompió todo a su paso. Primero fueron permeadas las autoridades encargadas de combatirlo y castigarlo. Después fueron atraídos los políticos, algunos de los cuales no tuvieron ninguna dificultad para agregar otra forma de aplacar su ambición de riqueza. Finalmente todos nos volvimos cómplices de un delito que, dentro de un proceso de valores invertidos, terminó otorgando pedigree social en una sociedad descompuesta.

Resultado de imagen para policias narcotrafico

La regulación de la dosis mínima generó, desde el mismo momento de la expedición de la norma, prácticas non sanctas en la policía. Una de ellas, la de “cargar”, está vigente y consiste en detener a un consumidor, de preferencia habitante de calle, a quien le encuentran el gramo de basuco o los veinte de marihuana que constituye su dosis personal, pero que – por obra y gracia de los incentivos que recibe el héroe de la patria- se convierten en el doble o triple de lo incautado. De esa forma el uniformado gana un día de licencia por el positivo, su comandante gana algunos puntos para incrementar las estadísticas de combate al crimen y el fiscal se gana un proceso costoso, desgastante y baladí para el sistema judicial, porque el “peligrosísimo” consumidor vuelve a la calle antes que termine todo el procedimiento. Sí, sí me consta. Esa novela la conocí con repetición diaria cuando hice parte de uno de los organismos de investigación del Estado.


Agréguese a lo anterior lo de la doble moral. Todos estigmatizan al consumidor de estupefacientes, pero miran con ojos tolerantes al consumidor de licor, sustancia que también produce alteración en los sentidos, enajenamiento y alucinaciones. Nadie aplaude a quien se ufana de los veinte “surungos” o “varetos” que se fumó para lograr la traba del siglo, pero si se tiene como un titán al que saca pecho contando de la cantidad de botellas de licor con las que se emborrachó el pasado fin de semana. ¿Hay alguna diferencia? En realidad no la hay. El consumidor de estupefacientes lo hace en la clandestinidad, así la ley le permita una dosis mínima que puede repetir cuantas veces le de la gana. El consumidor de licor, en cambio, lo hace amparado por la ley. Aún más: Los gobernantes tienen fábricas y estimulan su consumo. Mejor dicho: Lo mismo, pero diferente. El uno es un degenerado. El otro también, pero es un degenerado más aceptado por nuestra hipócrita sociedad.



Pongámonos serios. El problema no sólo es el consumidor. Éste es apenas el último eslabón de una cadena que nos ata a todos sin excepción y la cual es necesario romper.  Pero si quieren acabar con el consumo, las autoridades -comenzando por el Presidente- deben emprender una cruzada contra los productores, los microtraficantes, los comercializadores a gran escala. Si quieren acabar con el problema, digo. Y si pueden, claro está.


8/27/2018

Se perdió pero a la inversa.

El domingo 26 de agosto se convirtió en la fecha emblemática que será recordada porque el pueblo colombiano tenía el compromiso de votar la Consulta Anticorrupción, siguiendo una directriz que se podría pensar fue inspirada por lo más puro del realismo mágico latinoamericano.

Desde muy temprano se sintió la arremetida de las campañas en favor y en contra de la consulta, pues incluso algo en lo que debimos ser una sola fuerza, nos polarizó. Claro que en esta ocasión no hubo perifoneos rompetímpanos, ni pasacalles contaminantes, ni promesas, ni lechona, ni posibilidad de trabajo con entidades oficiales, ni... Mejor dicho: esta vez no hubo nada para sacarle provecho personal y, por ello mismo, el elector no era el objetivo de los políticos. En algo de tanto interés para el pueblo, salvo los promotores de la novedosa consulta, los políticos fueron ciegos y sordomudos. 

Al momento de sonar la sirena para dar apertura a las votaciones, el censo electoral nos indicaba que 36.421.026 personas estaban capacitadas por la Registraduría para votar. Al final, cuando a las 8:35 pm la Registraduría emitió el último boletín, el resultado fue de 11.671.420 votos ¿Somos idiotas? Sí. A esa hora más de 24 millones así lo confirmó.

Discriminados por preguntas, los resultados fueron estos:






Faltaron 468.622 votos para alcanzar el umbral. Sin embargo, no deja de ser significativo que de esos 11.671.420, el 99,32% votó 7 veces SI.

Hasta aquí la cosa se ve normal. La consulta no pasó. Y aunque uno quiera mirar desde otro ángulo los resultados diciendo que ese fue un "triunfo político", quedó demostrado que la corrupción tiene montado su imperio en un país que es terreno fértil para la gran variedad de delitos que se generan desde la clase política. Hay 11.510.899 colombianos de bien que no pierden la esperanza de ver un mejor futuro. Pero hay también 24.749.606 seudo-colombianos que, por acción o por omisión, decidieron ser cómplices complacientes de los que, entre muchos delitos, asesinan, roban, desaparecen personas, despojan al débil, amenazan, desplazan... Y ser cómplice de un asesino, por ejemplo, le mancha de sangre las manos, tanto como al mismo asesino.


Lo cierto es que en este ensayo político no perdieron los que estaban a favor de la consulta. No perdieron los que estaban en contra. De ninguno de los dos lados se pudo ver caravanas de motociclistas tirándose harina como salvajes para celebrar. Sólo salió perdiendo la dignidad de un país que ya no aguanta más.

¿Nos hemos convertido en el hazmerreir del mundo? De manera categórica digo que no, porque en realidad somos el hazmerreir desde hace tres siglos, desde la Patria Boba, período en que ya nos estábamos matando por diferencias políticas... ¡Sin que se hubiera logrado la independencia de la corona española!




8/23/2018

Todos ponen, todos quitan

Roldanillo ha contado con mandatarios municipales tan cuestionados que cuando un alcalde, como el señor Jaime Ríos, realiza obras notorias (no sólo porque se ven sino porque realmente benefician a la comunidad) surgen entusiastas voceros y miembros de la cofradía de los aplausos a proponer absurdos. 

El simple ciudadano, ese que vota cada tres años por alcalde y concejo y cada cuatro por presidente y congreso tal vez sin medir el alcance de sus decisiones, se acostumbró a esos personajes que llegan hablando mucho y se van sin hacer nada y es por eso que al ver una obra de reconstrucción como la vía de ingreso a nuestro pueblo, que no sólo le cambia positivamente la cara sino que da una sensación de confort y modernidad, considera que es la octava o novena maravilla del mundo. 


Sin lugar a dudas el señor Ríos ha hecho en tres años mucho más de lo que se vio en las dos administraciones anteriores. Pero de ahí a afirmar, como lo hace Luis Gerardo Castro en su cuenta de Facebook, que la popularidad del alcalde le da para PONER el próximo administrador municipal, no sólo es un exabrupto sino que reafirma que la cultura del caciquismo parroquial está vivita y coleando en nuestro pueblo. Es desconocer que la voluntad del pueblo (aunque esa voluntad esté "amarrada") es la que se debe atender en una democracia.


Desde luego que sí, el señor Jaime Ríos goza de un nivel de popularidad que desde hace muchos no se veía hacia un alcalde en Roldanillo. Sin embargo, el poder unilateral para quitar y poner es de sistemas gubernativos bien distintos al nuestro. De las monarquías absolutas. De las dictaduras. Pero en la democracia, aunque permeada por los plutócratas y los gamonales, quien pone y quita es el pueblo y sólo a través de unos mecanismos contemplados en la constitución nacional.

Como vivimos en un trópico exuberante, nuestra visión de las cosas se da desde una perspectiva magnificada y bien alejada de lo objetivo. Si la propuesta hubiera sido, por ejemplo, levantarle una estatua al alcalde en round point de la entrada a Roldanillo, que seguramente la merece, sin entrar en ningún tipo de análisis la respuesta hubiera sido: sí, pero no de cemento sino de bronce. Dado que sólo lo propusieron para "poner" a su sucesor, de una vez surgieron inquietudes acerca de quién podría ser el señalado dedocráticamente. Otros fueron más allá y se preguntaron por qué no se re-elegía. Ni García Márquez imaginó que Macondo podía tener una aldea vecina llamada Roldanillo.

                   
Aterricemos. El actual alcalde de Roldanillo ha mostrado buena gestión, como la que hizo para la reconstrucción de la entrada a Roldanillo desde la glorieta, que por cierto es obra del gobierno departamental. El actual alcalde ha tapado muchos huecos de los que sobran en las calles de Roldanillo. El actual alcalde ha emprendido obras de infraestuctura que demuestran capacidad en la ejecutoria administrativa. El actual alcalde ha hecho lo que es su obligación hacer. Se merece la inmortalidad de su nombre en una placa. Pero (¡Claro, no han de faltar los peros!) su buena gestión se ve un poco deslucida ante cosas muy sencillas de solucionar, tan sencillas como lo del parque de la ermita, para sólo mencionar ese lunar... por ahora.







8/17/2018

Pobres ricos pobres


En todas las elecciones, los vasallos y cargaladrillos de los gamonales se las ingenian para aumentar el caudal electoral de su partido. La reparación de casas, la “donación” de materiales de construcción, el pago de fórmulas médicas y factura de servicios, la tradicional e infaltable cajita de lechona, el billetico doblado como un origami y una variopinta modalidad de “trueque democrático” que asombrarían al rey de los gitanos, hacen parte de los mecanismos para levantar votos.



La calidad y valor de los obsequios depende, desde luego, de la calidad y valor de quien los recibe y de la cantidad de votos que represente. Así, por ejemplo, una familia del común que puede aportar cinco voticos se le darán unas tejas para que tape el hueco en el techo de su casa. Pero a una familia que promete veinte valiosos votos se le repara el techo o, si lo prefiere, se le da un contrato de trabajo en el municipio por tres meses. Ahí tiene para escoger.

8/14/2018

Voyeuristas a la orden

Existen unos desvergonzados que tienen el hábito de mirar por las hendijas, por el hueco de cerradura, a través de las cortinas o resguardados en puertas y ventanas medio entornadas: Son los voyeuristas, personas que dejaron de sentir simple curiosidad y se convirtieron en morbosos observadores de la vida ajena. Para estos enfermos mentales (muy seguramente también de otras cosas) estos tiempo de la cibernética son ideales, si se tiene en cuenta que la internet convirtió el planeta en una aldea global; es decir, en un lugar que podemos observar desde el escritorio o el teléfono celular, sin ser observados... aparentemente.


7/23/2018

El parque de La Ermita


El parque Eustaquio Palacios, que los roldanillenses conocen como “parque de la ermita”, es uno de los lugares emblemáticos de nuestro pueblo. En lejanos años fue un potrero en el que cada mes se improvisaba una pequeña feria de animales domésticos (gallinas, cerdos, terneros) y algunos productos agrícolas. Después un alcalde recordó que los niños necesitaban espacios de recreación e instaló allí algunos juegos. Luego otro alcalde, de esos que llaman “amantes del progreso” hizo construir el parque. En sus comienzos era un lugar penumbroso, con robustos árboles y arbustos de apretado follaje, ideal para las citas de amor. Por orden de otro alcalde (Néstor Hugo Millán) varios de esos árboles fueron talados como consecuencia de una noble y patriótica razón: nos visitaba un político en campaña presidencial (Álvaro Gómez Hurtado) y era necesario abrir espacio para la tarima y para que la multitud pudiera verlo desde cerca y desde lejos. ¿Recuerdan ese episodio arboricida? Cómo falla la memoria ¿Verdad?

Nadie desvía su mirada hacia los problemas que lo aquejan. Nadie se pellizca para reaccionar al marasmo pueblerino. Si usted se detiene unos minutos a charlar con los asiduos a este lugar de encuentro y les pregunta: ¿Cómo les parece el parque? Todos responderán en coro: "Muy agradable, muy bonito". No obstante, cuando usted les haga notar las bancas destrozadas, el piso deteriorado, el césped reseco, las plantas marchitas, los árboles sin atención, todos en coro exclamarán: "Ahhh, sí. Está muy descuidado el parquecito".


7/05/2018

Acatando normas mínimas

Los pueblos sólo podrán superarse cuando sus asociados guarden respeto por las normas mínimas y acaten incondicionalmente la norma superior que da sustento a la legislación colombiana: la Carta Magna. Es lo que sustenta a los países socialmente desarrollados y hace la diferencia con aquellos que, de manera estratificante y excluyente, fueron llamados “del tercer mundo”.

Normas mínimas como las que debemos acatar al interior de nuestras casa, en los deportes que practiquemos, las de convivencia social -entre muchas otras- dicen mucho de lo que somos. El rechazo a las mismas dice mucho de lo que no debemos ser porque, de manera imperceptible, terminaremos practicando esa inversión de valores de la que tanto se habla en el presente.

6/29/2018

De burócratas

Thomas Sowell (1930) es un pensador y economista conservador-libertario estadounidense. Tras el fallecimiento de Jean-François Revel, ha quedado como uno de los máximos representantes de la oposición al modelo de pensamiento de lo políticamente correcto. 

6/28/2018

De la malicia indígena al vivo-bobo



Malicia indígena… He buscado, sin ningún resultado, el origen de esa expresión que vengo escuchando desde siempre, aplicada a la ventaja que se logra sacar de situaciones donde lo justo y equitativo debe imperar. Es una línea de comportamiento ciudadano que va en contra de todo lo ciudadano. Una filosofía que sirve de soporte vivencial a quienes tienen que abrirse paso a codazos. Me arriesgo a especular que tiene que ver con el legendario relato que habla de la astucia de Moctezuma para engañar a Cortéz.
Malicia indígena es equivalente a “tirar viveza” o, dicho de otra forma, aprovechar el juego limpio y la recta actitud del otro. Quien vende un automóvil usado asegurando que está como nuevo, aunque sepa que pronto habrá que someterlo a reparación, no es un visto como estafador sino como alguien con malicia indígena. Y el que lo compra no es una víctima de la mala fe, es un bobo a toda la carrera. Pero si el que quiere tomar ventaja no logra su cometido, entonces se convierte en el vivo-bobo, condición que lo hace objeto de reproche y burla.

6/07/2018

Mirando con optimismo

Hace varios meses unos ciudadanos alarmistas y siempre dispuestos a perturbar, sin razón alguna, la acuciosidad oficial dieron voz de alerta porque el puente sobre el río Cauca en el sector de Guayabal presentaba notorio deterioro ocasionado por el paso de trenes cañeros al servicio del Ingenio Riopaila. El abogado y ex-docente Joel Coronado manifestó que promovería una acción popular con fines motivacionales para hacer que los servidores públicos a quien les corresponde tomar cartas en el asunto se animaran un poco a cumplir con sus deberes. Se escucharon algunas voces de apoyo (claro: no han de faltar los desocupados inconformes que se prestan para todo) y al final, luego de algunas reuniones entre la cúpula empresarial y sus alcaldes, se escuchó y se leyó que la empresa azucarera, la única que se disculpa por llevar progreso a la región, intervendría de inmediato.

                              
De veras que lo hizo. El pasado mes el Ingenio Riopaila movilizó toda su maquinaria amarilla, todas sus volquetas y el ejército de obreros de que dispone, todo absolutamente necesario para llevar media docena de conos de prevención que fueron ubicados de tal manera que dejaran la inequívoca impresión de una reparación en marcha.

                            

Ayer 6 de junio pasé por el puente y debo aceptar que quedé muy impresionado. La intervención que se le ha hecho al piso de esa estructura fue tan profesional que apenas sí se nota. Mejor dicho: parece como si nada se le hubiera hecho. De no ser por unos imperceptibles parches de asfalto aplicados hace tiempo y que recuerdan la mantequilla que se unta en una tostada, uno diría que este puente quedó como para inaugurarlo de nuevo. Eso sí, los interventores fueron previsivos y dejaron tres grandes orificios graciosamente adornados con conos y cintas de prevención. Pudieron prescindir de esos adornos; pero la ingeniería colombiana, de trascendental protagonismo en la rentabilidad de la contratación estatal, exige reducir los motivos para adentrarse en las aventuras suicidas.

                               

Me voy a permitir una crítica constructiva: el puente se está desperdiciando como elemento turístico, tan importante y emocionante como el campeonato mundial de parapente. Pasar el puente en buseta, automóvil o moto no tiene gracia alguna. Otra cosa es pasarlo a pie, pues si en esos momentos circula por allí un vehículo pequeño, se sentirá algo similar a un sismo escala 5, nivel que aumentará con el paso de un camión de mediano tonelaje. Con una tractomula la emoción intensifica y empieza a sentirse el efecto de la adrenalina, pues el piso ondula y la estructura salta y hace saltar. El corazón acelera. Queda uno con el alma en las manos y cierta sensación de vacío en el estómago. Pero lo sublime, el Everest de todas las experiencias de alto riesgo se tiene cuando pasa un tren cañero. Es imposible caminar sin echar mano de las barandas, que vibran a punto de reventar. El piso no solo ondula sino que se mueve en toda dirección. Las junturas crujen, gimen, traquean como un enorme y desvencijado catre. La adrenalina mana a borbotones, El corazón salta del pecho y galopa como potro desbocado. Todas las sensaciones se agolpan y los ojos salen de sus órbitas. Cuando el último vagón cargado de caña rueda sobre el pavimento de la carretera, la calma retorna y termina uno agradeciendo a las autoridades que con generosa  irresponsabilidad cambiaron, sin ningún estudio previo, la autorización para el paso de vehículos con capacidad para 25 toneladas de carga -que ya representaban peligro- por los de 60 toneladas.


Se sabe que todos los habitantes de Zarzal y Roldanillo se han puesto de acuerdo para hacerse escuchar con acciones legales y constitucionales (marchas de protesta, barricadas de descontento, gritos de inconformidad), pero no han podido arrancar por motivos ajenos a su voluntad. Se sabe también que las autoridades administrativas competentes se apresuraron a desempolvar los metros y están tomando las medidas necesarias para hacer cumplir los pactos recientes, pero antes deben evaluar si es conveniente matar la gallina de los huevos de oro, pues necesariamente tendrían que renunciar al respaldo incondicional que reciben de esos mecenas cada tres años para que puedan participar en el bingo democrático.

En todo caso, el puente no ha caído aún. Así que dejemos de ser alarmista y miremos las cosas con optimismo. Todo tiene su lado positivo. Y el puente no es la excepción, mientras siga en pie.

4/22/2018

Sigamos votando por esos pobrecitos

Me dicen que estas son las prebendas de los Congresistas:

1. Gana 42 salarios  mínimos.
2. Trabaja 12 días y le pagan 30.
3. Trabaja 7 meses y le pagan 12.
4. Si no asiste al trabajo, no pasa nada.
5. Le pagan el apartamento. en Bogotá.
6. Le pagan los escoltas.
7. Le pagan el vehículo, y si quiere, no lo devuelve.
8. Le pagan la gasolina.
9. Le pagan el celular.
10. Le pagan la comida.
11. Dispone de 50 salarios mínimos para contratar "asesores".
12. Le pagan una prima técnica.
13. Le pagan primas en Junio y en Diciembre.
14. Le pagan primas de antigüedad.
15. Se pensiona con 28 millones.
16. Le dan 8 tiquetes de avión por mes.
17. Tiene inmunidad e impunidad.
18. Si lo ponen preso, paga la condena en casa.
19. Se puede reelegir indefinidamente.
20. Hace leyes para él y para sus amigos.

He consultado para verificar esta información, encontrando que mucho de lo que está arriba consignado es real. Datos como los de los ítems 5, 11 y 16 no pude encontrarlos, por lo tanto no los puedo dar como ciertos. En todo caso, estos personajes viven como reyes y todo a expensas del bolsillo de los colombianos.


Es posible que le hayan dicho que no se preocupe por eso porque usted no paga impuestos, que los impuestos los pagan los ricos. Falso. El señor de la tienda debe tributar al Estado igual que lo hacen los dueños de los supermercados. Y, claro, lo que ellos pagan al Estado se lo cobran a usted en la gaseosa que se toma, en la media libra de arroz, el plátano y los cuatro huevos que compra para el almuerzo de la familia, en el jabón para la lavar la ropa, en la muda de ropa que estrena año de por medio. Si no fuera así, esas cosas tendrían un precio menor.


Entonces, que no le digan que usted no paga impuestos. Sí los paga de manera indirecta pero van directamente al sostenimiento de burocracia, entre la que están los Congresistas y los altos empleados del Estado, algunos de los cuales devengan sueldos casi iguales al del Presidente. Otra parte va a financiar programas de supuesto beneficio al pueblo colombiano y que generalmente se traducen en puentes que se caen, obras que no se terminan, túneles que se inauguran 5 años antes de ser dados al servicio, calles que se vuelven precipicios cuando el gobernante se va… en fin, en obras donde abunda el cemento porque eso es lo que produce votos y otros dividendos que nos convierte en uno de los países más corruptos del continente. Y el tercero más desigual en el tema social.


Por eso le pregunto: si usted es víctima de estos personajes que andan de pueblo en pueblo, como artistas de circo, diciéndole: “vote por mí y muérase de la risa” ¿Por qué sigue depositando su voto por ellos? No lo merecen. Usted tampoco merece el tratamiento que le dan a cambio.

4/21/2018

Feliz DÍA DE LA TIERRA


En medio de tantos días, hoy celebramos el DÍA DE LA TIERRA. Para los que tienen una visión cosmogónica, la Tierra es nuestra madre. Para las personas que tienen instinto de conservación es nuestra casa y debemos cuidarla, para los demás, no es más que un estercolero del que no hay que preocuparse  porque no se va acabar mañana. ¿A cuál grupo pertenece Usted?


3/28/2018

CON LICENCIA PARA HACER RUIDO

¿Será que el control al ruido en Roldanillo sólo se aplica a los establecimientos públicos ubicados en la denominada zona rosa?

La pregunta viene porque a diario escucho un desfile de vendedores ambulantes que recorren hasta el último rincón del pueblo anunciando su mercancía con equipos que tienen un volumen, incluso, más alto que el que se escucha en la zona rosa. Y las autoridades encargadas de poner orden en el municipio siguen mirando sólo para ese lado.

Desde el señor que pasa con tres bolsas de tomate pregonando que están en promoción y lleva cuatro meses sin que nadie le compre, hasta el vendedor de obleas y solteritas, el de las papayas y el plátano, el que lleva la mazamorra y el que ofrece la magnífica oportunidad de pagar tres productos y llevar dos (aproveche el gangazo), todos -amparados en el constitucional y sagrado derecho al trabajo- compitiendo para definir quién tiene la amplificación más poderosa. Y las autoridades encargadas de poner orden en el municipio ni siquiera se dan por aludidas.


Todos compiten para saber quién vende a mayor velocidad, pues se escucha el pregón en una esquina pero cuando el potencial comprador sale, el vendedor va tres cuadras más allá. ¿Para qué tanto ruido si nadie logra agarrarlos? Y las autoridades encargadas de poner orden en el municipio tampoco pueden alcanzarlos y por eso no han podido hacer las reconvenciones del caso.

Ahora se ha unido a este coro el anunciante de un circo, que de manera contraria a los pregoneros del pueblo, recorre una y otra vez y otra vez las calles reventando tímpanos con la característica voz destemplada y gritona  de los payasos para invitar a morir de la risa.  Y las autoridades encargadas de poner orden en el municipio realmente muertas de la risa sin haber ido al circo porque no han escuchado el anuncio.
El del circo es un caso patético. Ya agoté la existencia de tapones y estoy a punto de someterme a una intervención quirúrgica para que me eliminen el órgano de la audición, pues realmente se ha vuelto insoportable la situación: el anunciante pasa en un automóvil hasta ocho veces en el día por el sector donde vivo dispersando contaminación auditiva a niveles desquiciantes. Al respecto alguien escuchó mi lamento y me insinuó que presentara un derecho de petición ante las autoridades encargadas de poner orden en el municipio. Como soy un poco más escéptico que santo Tomás, respondí que tiene más efecto un acetaminofén en el tratamiento del cáncer metastásico que un escrito petitorio dirigido a las autoridades encargadas de poner orden en el municipio, que ellas tampoco leen a este servidor (pero sí les llega el bochinche), que mejor es esperar a que el circo anuncie que será su último día en Roldanillo (aunque los últimos días de los circos son de tres semanas), que seguramente el de los tomates por fin venderá las tres bolsas que siempre lleva en su bicicleta, que a lo mejor el de las solteritas le da por volverse casamentero y decide guardar su megáfono, que el de las frutas ya no volverá a dar papaya y al de las verduras algún día se le tendrá que madurar el plátano, que el de la mazamorra... en fin, que no voy a gastar papel ni esfuerzo ante unas autoridades encargadas de poner el orden en el municipio porque, en primer lugar, ellas son las que dan los permisos a todos los ruidosos del pueblo y, en segundo lugar, porque ellas NO OYEN el tormento diario de los perifoneos. Y casi nunca OYEN a los ciudadanos. 


Ah, ahora no es que me salgan con el cuento de que si me molesta tanto el ruido de este pueblo, entonces me largue para otra parte. Me anticipo a esa hipotética recriminación: No me voy de aquí porque escogí vivir aquí, porque nací aquí y he estado aquí mucho antes que un tercio de los que viven aquí pero no son de aquí y por eso no les importa lo que pasa aquí. 


3/13/2018

EL CUENTO DE NUNCA ACABAR




La verdad es que me hastía tocar temas políticos, pues termina uno nivelado con los seguidores del Innombrable. Por si no lo han notado, de un tiempo al ahora, cuando aludo a esos temas lo hago generalizando sistemas, ideologías, tendencias, preferencias, etc. y tratando de no mencionar protagonistas. Ese cambio obedece a la intolerancia reinante en las redes, que a veces se torna agresiva, más allá del límite del respeto a la integridad personal. Para la muestra tres botones que me llegaron con perfiles falsos a través del Messenger y que transcribo de manera textualizada:

1.     “No dejás de hablar maricadas, como hacemos para taparte la geta. A los mamertos como vos hay que mandarlos pa Venezuela pa que allá se muera de hambre”

La última parte de ese mensaje, en su esencia, la he leído en posts de un amigo que poco veo, aunque sí aprecio mucho y, por eso mismo, le concedo el beneficio de mi fe en él. Bueno, al menos este remitente no amenaza con enviarme al “barrio de los acostados”, que está más cerca que Venezuela  pero de donde no hay retorno.

2.     “Como que se volvió Petronio el poeta me gustaba leer sus libros pero como que no sirven sino para limpiarsen el C”

¡Qué tal este! No me volví petronio, como dice con innegable gracia. Una cosa es que desde mi punto de vista considere que Petro tiene menos pecados que otros candidatos y otra cosa es que me considere (y me consideren) su seguidor. Es arrogante como todos. Al parecer ejerce su autoridad como una madre, pues dicen que las órdenes a sus empleados colaboradores las da con gritos y regaños. No conozco político encumbrado (y hasta de vereda) que no lo haga. Pero algo si lo diferencia de los demás: nadie ha logrado sacarle los trapitos al sol con aquello de la corrupción. No conozco los aciertos y desaciertos de su administración en Bogotá. Pero nadie ha logrado –excepto su pasado guerrillero- mostrar que es un latifundista, que ha robado dineros del erario. En cambio los otros… Ah, y claro estoy de acuerdo con la utilidad aséptica que le da a mis libros, sobre todo para personas que seguramente no leen ni el horóscopo y poseen un bagaje cultural enriquecido exclusivamente por los memos que se publican en las redes sociales.

3.     “Dice que no le gusta la política y vealo hablando mierda por qué para eso si sabe escribr”

Otro que, además de comerse las comas, hace referencia a mi vocación de escribidor, aunque apunta hacia el género de lo escatológico. Al menos no se dirigen a “Ese abogado que no saca ni un perro a cagar”. Tampoco se refieren al “Profesor que no enseñó ni las muelas”. Ni a otro de los muchos oficios que he practicado en la vida. Lo cierto del caso es que los tres coinciden en su vulnerabilidad ante lo que sale de mi pluma (en realidad es de mi portátil) y no esconden su disgusto por el contenido no comprometido con nadie. CON NADIE. Sion amo ni soberano, pues ambos van de la mano. Sólo conmigo, con mi sensibilidad literaria y social, que igual censura un crimen o cualquier aberración tanto de la derecha como de la izquierda. Y no menciono eso que llaman centro, porque tal cosa sólo existe para los que les gusta irse por las orillas. O por las ramas, como dicen nuestros parientes los simios.

De veras que no están ni tibios los que tratan de matricularme -referencialmente y hasta de manera formal- en partidos que perdieron vigencia y sólo son fórmula de empleo en el sector público. Están meando fuera del tiesto los que, sin conocer a Víctor, Mario y Augusto, “Los Chaparrines” o haber leído sobre el origen de los ideologías y partidos, me llaman mamerto o castrochavista, otro embeleco que tampoco existe ni ha existido sino en las mentes obtusas.

Por supuesto que hice uso del derecho y el deber de votar, ya a mis 68 años de existencia tengo más que definido mi pensamiento ideológico, a pesar de algunas contradicciones. Y aunque parezca imposible, si tengo militancia política. Arriba la dejé sutilmente expuesta en dos octosílabos.

PD: Si esos tres mensajes los hubieran subido como cometario público y no como amago de insulto privado, créanme que me habría divertido mucho más.


3/08/2018

Por qué no soy del partido A


Si alguna profesión (en el sentido de profesar) requiere un largo aprendizaje es el de la política. Los primeros pinos se dan en la casa, gracias a la perversa intención paterna de meter en un cerebro apenas en formación ideas que ni el que las transmite sabe si son acertadas o no. Por eso, si a usted le preguntan por qué es del partido A la única respuesta que puede dar es: Porque mi papá es del partido A. Eso se vuelve casi genético y viene aparejado con el grupo sanguíneo. Mi experiencia pudo ser similar de no haber sido por un incidente nada extraordinario que, sin embargo, marcó la pauta en mi forma de ver el entorno que me tocó en suerte.

Resulta que mi padre, carpintero de oficio, fue también un hincha apasionado del Deportivo Cali. Sus discusiones con amigos y colegas eran de antología. Como el estadio más cercano era el Mora Mora de Pereira, cada vez que jugaba allí la “amenaza verde” mi padre alistaba bártulos (la palabra es de él) y en un bus de Trejos iba a ver jugar el equipo que constituía su único amor. Casi siempre yo lo acompañaba, lo que no fue suficiente para que ese amor se transmitiera por ósmosis, pues pudo más mi incipiente pero natural inclinación a nadar río arriba tratando de buscar un ahogado que siempre iba río abajo. Entonces decidí ser hincha del América. Mi padre no lo podía creer. Yo tampoco.

Ya podrán suponer que en casa de mi padre en Zarzal (la de mi madre era en otra parte) no faltaba ocasión para hablar de fútbol. Y de política. Porque mi padre, además, era liberal. Rafael Uribe Uribe, Eduardo Santos, Jorge Eliécer Gaitán, Alberto Lleras Camargo, Alfonso López Michelsen… esos fueron líderes que yo conocí en mi niñez debido a que a diario iban a la casa y se sentaban a almorzar en el banco de carpintería que por obra y gracia de un plato de sopa de albóndigas se convertía en mesa de comedor. 


Con la misma pasión con que hablaba del “glorioso” Deportivo Cali, mi padre hacía reseñas históricas del “glorioso” partido liberal. Era tanto el ardor que le ponía a ese tema, que el 13 de julio de 1965, fecha en que murió Laureano Gómez, el hincha del Cali se puso una camisa roja y salió al parque Gaitán de Zarzal a celebrar con sus amigos ese acontecimiento. “¡Murió el asesino!” recuerdo que gritaba alborozado. Yo, que había salido tras de él, me quedé con la jeta abierta,  viéndolo gesticular y casi sin poder pronunciar palabras. No lo podía creer. Mi padre tampoco.

"¡Murió el asesino!" recuerdo que gritaba alborozado.
Creo que desde ese día empecé a detestar los fanatismos. Además, yo no tenía motivos para ser fanático por nada: Era hincha del américa porque sí, por llevarle la contraria a mi padre. Y como si fuera poco, mi madre era conservadora… sí, porque su padre y su abuelo y, tal vez su bisabuelo y tatarabuelo también lo fueron. Entonces decidí que ni el fútbol ni la política me interesaban. Luego, a esa apatía agregué el desinterés por lo religioso. Me sacudí de esos tres motivos de discordias. Me escabullí de ese triángulo ideológico que arrebaña y aconducta. Claro que me gusta el fútbol, pero como espectáculo que se puede disfrutar con cualquier equipo. Desde luego que no me aparto de la premisa del hombre como animal político, pero soy más animal que político. Sí, tengo mis creencias, pero no están en los altares ni los libros sagrados. Así es que, perdonen la inmodestia, tengo una cierta ventaja que me hace un poquito independiente y otro tanto librepensador.

Quizás por eso es que ver el espectáculo que por estos días están dando los seguidores de Fulano y de Zutano (ya no se puede hablar de partidos políticos) produce una débil y amarga sonrisa. Personas que defienden propuestas que nada proponen y atacan al candidato contrario que tampoco tiene propuestas. Muchachos que hablan sin fundamento alguno porque desconocen incluso la historia más reciente de este país, seguidores que sólo tiene oídos para escuchar el sonido de flautas encantadoras, gente que antepone ideas ajenas a sentimientos propios… en fin, personas que odian de gratis y su único razonamiento es el insulto y el calificativo discriminatorio. Por ahí escuché de manera casual una charla en la que alguien le decía a su interlocutor: “A mi hijo le estoy enseñando que con los comunistas ni mierda. Esa gente hay que borrarla de la faz de la tierra…” Imaginé que si fuera comunista (algo que  ya no tiene vigencia) ese alguien, de unos veinticinco años, dría que con  los conservadores y liberales (que ya no existen) ni mierda porque a esa gente hay que borrarla. Y terminé pensando: a Manuel Alejandro a y a María Angélica, mis dos pequeños hijos, les seguiré enseñando que el objetivo en la vida no es tener éxito sino tener dignidad, no importa si nadan a favor o en contra de la corriente buscando un ahogado que ahora va río arriba. Lo demás viene por añadidura.





Roldanillo, 7 de marzo de 2018