Roldanillo ha contado con mandatarios municipales tan cuestionados que cuando un alcalde, como el señor Jaime Ríos, realiza obras notorias (no sólo porque se ven sino porque realmente benefician a la comunidad) surgen entusiastas voceros y miembros de la cofradía de los aplausos a proponer absurdos.
El simple ciudadano, ese que vota cada tres años por alcalde y concejo y cada cuatro por presidente y congreso tal vez sin medir el alcance de sus decisiones, se acostumbró a esos personajes que llegan hablando mucho y se van sin hacer nada y es por eso que al ver una obra de reconstrucción como la vía de ingreso a nuestro pueblo, que no sólo le cambia positivamente la cara sino que da una sensación de confort y modernidad, considera que es la octava o novena maravilla del mundo.
Sin lugar a dudas el señor Ríos ha hecho en tres años mucho más de lo que se vio en las dos administraciones anteriores. Pero de ahí a afirmar, como lo hace Luis Gerardo Castro en su cuenta de Facebook, que la popularidad del alcalde le da para PONER el próximo administrador municipal, no sólo es un exabrupto sino que reafirma que la cultura del caciquismo parroquial está vivita y coleando en nuestro pueblo. Es desconocer que la voluntad del pueblo (aunque esa voluntad esté "amarrada") es la que se debe atender en una democracia.
Desde luego que sí, el señor Jaime Ríos goza de un nivel de popularidad que desde hace muchos no se veía hacia un alcalde en Roldanillo. Sin embargo, el poder unilateral para quitar y poner es de sistemas gubernativos bien distintos al nuestro. De las monarquías absolutas. De las dictaduras. Pero en la democracia, aunque permeada por los plutócratas y los gamonales, quien pone y quita es el pueblo y sólo a través de unos mecanismos contemplados en la constitución nacional.
Como vivimos en un trópico exuberante, nuestra visión de las cosas se da desde una perspectiva magnificada y bien alejada de lo objetivo. Si la propuesta hubiera sido, por ejemplo, levantarle una estatua al alcalde en round point de la entrada a Roldanillo, que seguramente la merece, sin entrar en ningún tipo de análisis la respuesta hubiera sido: sí, pero no de cemento sino de bronce. Dado que sólo lo propusieron para "poner" a su sucesor, de una vez surgieron inquietudes acerca de quién podría ser el señalado dedocráticamente. Otros fueron más allá y se preguntaron por qué no se re-elegía. Ni García Márquez imaginó que Macondo podía tener una aldea vecina llamada Roldanillo.
Aterricemos. El actual alcalde de Roldanillo ha mostrado buena gestión, como la que hizo para la reconstrucción de la entrada a Roldanillo desde la glorieta, que por cierto es obra del gobierno departamental. El actual alcalde ha tapado muchos huecos de los que sobran en las calles de Roldanillo. El actual alcalde ha emprendido obras de infraestuctura que demuestran capacidad en la ejecutoria administrativa. El actual alcalde ha hecho lo que es su obligación hacer. Se merece la inmortalidad de su nombre en una placa. Pero (¡Claro, no han de faltar los peros!) su buena gestión se ve un poco deslucida ante cosas muy sencillas de solucionar, tan sencillas como lo del parque de la ermita, para sólo mencionar ese lunar... por ahora.
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