¿Será que el control al ruido en Roldanillo sólo se aplica a los establecimientos públicos ubicados en la denominada zona rosa?
La pregunta viene porque a diario escucho un desfile de vendedores ambulantes que recorren hasta el último rincón del pueblo anunciando su mercancía con equipos que tienen un volumen, incluso, más alto que el que se escucha en la zona rosa. Y las autoridades encargadas de poner orden en el municipio siguen mirando sólo para ese lado.
Desde el señor que pasa con tres bolsas de tomate pregonando que están en promoción y lleva cuatro meses sin que nadie le compre, hasta el vendedor de obleas y solteritas, el de las papayas y el plátano, el que lleva la mazamorra y el que ofrece la magnífica oportunidad de pagar tres productos y llevar dos (aproveche el gangazo), todos -amparados en el constitucional y sagrado derecho al trabajo- compitiendo para definir quién tiene la amplificación más poderosa. Y las autoridades encargadas de poner orden en el municipio ni siquiera se dan por aludidas.
Todos compiten para saber quién vende a mayor velocidad, pues se escucha el pregón en una esquina pero cuando el potencial comprador sale, el vendedor va tres cuadras más allá. ¿Para qué tanto ruido si nadie logra agarrarlos? Y las autoridades encargadas de poner orden en el municipio tampoco pueden alcanzarlos y por eso no han podido hacer las reconvenciones del caso.
Ahora se ha unido a este coro el anunciante de un circo, que de manera contraria a los pregoneros del pueblo, recorre una y otra vez y otra vez las calles reventando tímpanos con la característica voz destemplada y gritona de los payasos para invitar a morir de la risa. Y las autoridades encargadas de poner orden en el municipio realmente muertas de la risa sin haber ido al circo porque no han escuchado el anuncio.
El del circo es un caso patético. Ya agoté la existencia de tapones y estoy a punto de someterme a una intervención quirúrgica para que me eliminen el órgano de la audición, pues realmente se ha vuelto insoportable la situación: el anunciante pasa en un automóvil hasta ocho veces en el día por el sector donde vivo dispersando contaminación auditiva a niveles desquiciantes. Al respecto alguien escuchó mi lamento y me insinuó que presentara un derecho de petición ante las autoridades encargadas de poner orden en el municipio. Como soy un poco más escéptico que santo Tomás, respondí que tiene más efecto un acetaminofén en el tratamiento del cáncer metastásico que un escrito petitorio dirigido a las autoridades encargadas de poner orden en el municipio, que ellas tampoco leen a este servidor (pero sí les llega el bochinche), que mejor es esperar a que el circo anuncie que será su último día en Roldanillo (aunque los últimos días de los circos son de tres semanas), que seguramente el de los tomates por fin venderá las tres bolsas que siempre lleva en su bicicleta, que a lo mejor el de las solteritas le da por volverse casamentero y decide guardar su megáfono, que el de las frutas ya no volverá a dar papaya y al de las verduras algún día se le tendrá que madurar el plátano, que el de la mazamorra... en fin, que no voy a gastar papel ni esfuerzo ante unas autoridades encargadas de poner el orden en el municipio porque, en primer lugar, ellas son las que dan los permisos a todos los ruidosos del pueblo y, en segundo lugar, porque ellas NO OYEN el tormento diario de los perifoneos. Y casi nunca OYEN a los ciudadanos.
Ah, ahora no es que me salgan con el cuento de que si me molesta tanto el ruido de este pueblo, entonces me largue para otra parte. Me anticipo a esa hipotética recriminación: No me voy de aquí porque escogí vivir aquí, porque nací aquí y he estado aquí mucho antes que un tercio de los que viven aquí pero no son de aquí y por eso no les importa lo que pasa aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario