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7/23/2018

El parque de La Ermita


El parque Eustaquio Palacios, que los roldanillenses conocen como “parque de la ermita”, es uno de los lugares emblemáticos de nuestro pueblo. En lejanos años fue un potrero en el que cada mes se improvisaba una pequeña feria de animales domésticos (gallinas, cerdos, terneros) y algunos productos agrícolas. Después un alcalde recordó que los niños necesitaban espacios de recreación e instaló allí algunos juegos. Luego otro alcalde, de esos que llaman “amantes del progreso” hizo construir el parque. En sus comienzos era un lugar penumbroso, con robustos árboles y arbustos de apretado follaje, ideal para las citas de amor. Por orden de otro alcalde (Néstor Hugo Millán) varios de esos árboles fueron talados como consecuencia de una noble y patriótica razón: nos visitaba un político en campaña presidencial (Álvaro Gómez Hurtado) y era necesario abrir espacio para la tarima y para que la multitud pudiera verlo desde cerca y desde lejos. ¿Recuerdan ese episodio arboricida? Cómo falla la memoria ¿Verdad?

Nadie desvía su mirada hacia los problemas que lo aquejan. Nadie se pellizca para reaccionar al marasmo pueblerino. Si usted se detiene unos minutos a charlar con los asiduos a este lugar de encuentro y les pregunta: ¿Cómo les parece el parque? Todos responderán en coro: "Muy agradable, muy bonito". No obstante, cuando usted les haga notar las bancas destrozadas, el piso deteriorado, el césped reseco, las plantas marchitas, los árboles sin atención, todos en coro exclamarán: "Ahhh, sí. Está muy descuidado el parquecito".





Vean las siguientes imágenes:

Sólo los escombros quedan como trofeos a la desidia oficial. No hay disculpa. Si de pronto la hubiera, sería conveniente poderla escuchar para explicarle a los turistas, a los que llegan al Museo Rayo todos los días y a los practicantes del parapentismo que observan los despojos diseminados por los pastizales secos del parque y un año después los encuentran en el mismo sitio.
Al ver esas imágenes uno siente rabia. Este no es el Roldanillo "Tierra del alma" que nos han vendido. Esta es la Tierra sin Amar. Lo de "Territorio del arte", como también le llamamos, lo alcanzamos a soportar porque hay una institución, el Museo Rayo, que trabaja a brazo partido y con resultados tangibles para reafirmarlo. Pero decir que somos un pueblo que respira cultura es una hipérbole, una mentira del tamaño de una catedral. Aquí no se respira cultura. Aquí nos asfixiamos en la incultura. Las babosadas monumentales que publicamos en las redes sociales, como si fuera lo más cimero de nuestra inteligencia, nos retratan de cuerpo entero. 

Deleitémonos con otras imágenes de la estética del abandono:

De veras que la impotencia es agobiante. ¿Será que el señor alcalde o cualquiera de sus subalternos no pasan por acá desde hace muchisísimos años? Sabemos de lo complejo que es gerenciar un municipio administrado exclusivamente desde lo político, entendemos que sus "multiples ocupaciones" obligan al mandatario a atender muchos frentes al mismo tiempo. Pero también sabemos que tiene unos secretarios que son el paradigma de la eficiencia y no esperan apoltronados en sus oficinas a que les cuenten los problemas sino que cada uno recorre milímetro a milímetro el municipio para enterarse oportunamente de las necesidades más urgentes a cubrir y, por ello mismo, resulta inexplicable que -frente al accionar cavernícola de algunos de nuestros paisanos- la gente de bien se vea obligada a improvisar "sentaderos". 

A continuación dejo constancia de la iniciativa particular, que resultó muy superior frente a la inoperancia oficial para atender el mantenimiento del parque Eustaquio Palacios:



¿Quién es el encargado del cuidado y mantenimiento de los bienes públicos del municipio? Se lo pregunté a aquél par de viejos que en ese momento disfrutaban de las últimas etapas de su tour vivencial charlando animadamente en la esquina del parque, en un sentadero improvisado, frente a la capilla. "Yo no sé. A lo mejor a la alcaldía, creo yo, pero de allá no se asoman por aquí ni a tomar tinto"Respuesta literal de uno de ellos. Así había pensado yo. En el fondo deseé que esos viejos estuvieran equivocados.

Desde luego que no todo es apocalíptico. Siempre habrá una flor que se abra paso entre los escombros del bombardeo. Y hay bancas que pueden ser rescatadas, entre ellas estas:

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Bancas de fácil recuperación si se someten a una intervención inmediata. INMEDIATA. Como la idea no es sólo poner el dedo en la llaga sino untarle un poco de Isodine al asunto, al encontrarme con Arturo Millán y un amigo suyo les planteé la idea de mandarlas a reparar. "¡Ni se le ocurra!", exclamó el amigo de Arturo.

Me contó que que con Fabio Vargas y otras personas con sentido cívico se dieron a la tarea de sembrar plantas ornamentales y arbustos y ponerles cercos de guadua para protegerlos, podaron las veraneras, acomodaron algunas bancas, trataron de arreglar otras y hasta compraron no sé cuántos metros de manguera para regar prados y vegetación. ¿Qué pasó? Que un funcionario de cuarto nivel les ordenó no meterse en lo que no les importaba y una patrulla de la policía les amenazó con detenerlos si no suspendían la botadera de agua. Eso mismo le pasó a Iván Quiza.

¿Y el parquero? pregunté en medio de mi ingenuidad. "No hay. Nadie cuida esto. Por ahí se ven dos auxiliares bachilleres, pero esos chinos sólo están para charlar con las muchachitas y chatiar con los amigos. Ellos no tienen autoridad. Esto está a la buena de Dios". Y yo pensando que estaba a la buena de la administración municipal.

¡Oh gloria inmarcesible!

***

Repitámoslo: El parque Eustaquio Palacios parece no tener dolientes. Los vándalos hacen su agosto a los ojos de la comunidad.  A la comunidad no le importa. Y la negligencia oficial le da la estocada final. Negligencia, conforme al DRAE, es: Descuido, omisión; falta de esfuerzo o aplicación. La sinonimia tiene otro sonoro vocablo que ya hemos utilizado: Desidia. ¿A qué otra cosa atribuir el panorama de abandono que se observa actualmente? Bordes de andenes desprendidos por sectores, adoquines rotos y flojos, zonas verdes convertidas en pajonales...


No obstante, el parque Eustaquio Palacios sigue siendo es el referente de quienes, de tarde en tarde, buscan recibir los vientos del Pacífico, reinventar una charla tejida con anécdotas, alivianar el tedio de cada día o, simplemente, dejarse tentar por la oferta de un bocado de comida rápida. (¿Otro problema?).

El deterioro del parque no es de reciente data. Desde el comienzo de esta administración se empezó a notar, pero cada día que pasa se hace más evidente. ¿Imprevisión al momento de proyectar los recursos presupuestales? ¿Imperdonable olvido de ese entorno social? Lo que sea, se requiere la intervención inmediata de los que tienen que ver con la administración municipal, pues si bien su cuidado corresponde a los usuarios y a la comunidad en general, el mantenimiento de la infraestructura de los bienes que pertenecen al municipio es responsabilidad, precisamente, de… ¿De quién? Estoy seguro que no es de la Secretaría de Movilidad y Tránsito. Estoy seguro.

P. D. Esta nota es escrita y publicada el 23 de julio de 2018. Se echa a andar el cronómetro.





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