El domingo 26 de agosto se convirtió en la fecha emblemática que será recordada porque el pueblo colombiano tenía el compromiso de votar la Consulta Anticorrupción, siguiendo una directriz que se podría pensar fue inspirada por lo más puro del realismo mágico latinoamericano.
Desde muy temprano se sintió la arremetida de las campañas en favor y en contra de la consulta, pues incluso algo en lo que debimos ser una sola fuerza, nos polarizó. Claro que en esta ocasión no hubo perifoneos rompetímpanos, ni pasacalles contaminantes, ni promesas, ni lechona, ni posibilidad de trabajo con entidades oficiales, ni... Mejor dicho: esta vez no hubo nada para sacarle provecho personal y, por ello mismo, el elector no era el objetivo de los políticos. En algo de tanto interés para el pueblo, salvo los promotores de la novedosa consulta, los políticos fueron ciegos y sordomudos.
Al momento de sonar la sirena para dar apertura a las votaciones, el censo electoral nos indicaba que 36.421.026 personas estaban capacitadas por la Registraduría para votar. Al final, cuando a las 8:35 pm la Registraduría emitió el último boletín, el resultado fue de 11.671.420 votos ¿Somos idiotas? Sí. A esa hora más de 24 millones así lo confirmó.
Discriminados por preguntas, los resultados fueron estos:
Faltaron 468.622 votos para alcanzar el umbral. Sin embargo, no deja de ser significativo que de esos 11.671.420, el 99,32% votó 7 veces SI.
Hasta aquí la cosa se ve normal. La consulta no pasó. Y aunque uno quiera mirar desde otro ángulo los resultados diciendo que ese fue un "triunfo político", quedó demostrado que la corrupción tiene montado su imperio en un país que es terreno fértil para la gran variedad de delitos que se generan desde la clase política. Hay 11.510.899 colombianos de bien que no pierden la esperanza de ver un mejor futuro. Pero hay también 24.749.606 seudo-colombianos que, por acción o por omisión, decidieron ser cómplices complacientes de los que, entre muchos delitos, asesinan, roban, desaparecen personas, despojan al débil, amenazan, desplazan... Y ser cómplice de un asesino, por ejemplo, le mancha de sangre las manos, tanto como al mismo asesino.
Lo cierto es que en este ensayo político no perdieron los que estaban a favor de la consulta. No perdieron los que estaban en contra. De ninguno de los dos lados se pudo ver caravanas de motociclistas tirándose harina como salvajes para celebrar. Sólo salió perdiendo la dignidad de un país que ya no aguanta más.
¿Nos hemos convertido en el hazmerreir del mundo? De manera categórica digo que no, porque en realidad somos el hazmerreir desde hace tres siglos, desde la Patria Boba, período en que ya nos estábamos matando por diferencias políticas... ¡Sin que se hubiera logrado la independencia de la corona española!
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