No poseo la virtud de la
santidad. Ni quisiera tenerla. Pero al leer los comentarios que subieron a
Facebook algunos roldanillenses y, en mayor número, de otras ciudades
reaccionando ante el excecrable crimen cometido por un padre al quitarle la vida
de manera violenta a su hija mayor y dejar al borde de la muerte a la menor, no
puedo menos que decir: Me
avergüenzan algunos paisanos. Y no se crea que estoy justificando un acto
del que llegó noticia a Tuluá una hora y media después de cometido y que me
aguijoneó toda la mañana, al punto que no pude sentarme a almorzar como todos
los días. Crimen horrendo que dejó estupefactos a todos los que viven en un
pueblo que le ha tocado ver, desde hace muchos años, las distintas modalidades
de homicidio que el hombre se ha inventado, incluyendo el filicidio. Pero éste
tuvo tintes grotescos y razones inanes que desbordaron la imaginación y tomaron
por sorpresa a quienes creían que lo habían visto todo.
Leído fuera de contexto, uno
podría asegurar que son palabras de un sádico asesino, como Garavito,
que así dejaba a sus pequeñas víctimas. Si yo fuera su amigo, lo tendría
a metros. A su mujer le convendría mantener a su hijo a kilómetros de ese
modelo de padre.
Esta habla como una homicida
“normal”, de esas que sale con una pistola en el bolso, lista a
desenfundarla si se le atraviesa cualquier malparido. Al menos ya demostró que
es una sicaria de la ortografía.
Para no ser monotemáticos, dejo estas dos últimas
perlas:
La primera es contundente en
su sentencia: no queda más remedio que matarlo. Lo que no dice es quién lo
hará, aunque estamos seguros que no será ella. Es más fácil incitar que
actuar.
La otra propone que lo maten
a golpes. Ojo por ojo. Que maten al asesino. ¿Quien lo dice?
Debo decir que quise
insertar aquí dos comentarios de personas que en su perfil decían vivir en Cali
pero ser de Roldanillo. Presurosas quitaron sus notas provocativas luego que yo
escribí lo siguiente:
El homicida, de acuerdo con
lo conocido, actuó en un estado de enajenación. Además del castigo que le imponga
un juez, va a necesitar un tratamiento psiquiátrico. Gustavo Reyes Vásquez y
Dora Vidal también lo van a necesitar. Y muchos de los que aquí comentan.
¡Qué mentalidad asesina la que tienen! Desde luego que la indignación es
general. Pero si pudieran matar a esa persona que cometió tan execrable crimen
(y si verdaderamente tuvieran el valor de hacerlo) ¿Cómo podríamos calificar
ese nuevo homicidio? De verdad me avergüenzan estos roldanillenses. ¿Piden que
lo linchen, que lo sienten en la silla eléctrica? Seguramente no pedirían
lo mismo si fuera un hermano quien estuviera en esas circunstancias. Es la
doble moral. ¡Qué mentes tan podridas! No quisiera encontrármelos juntos pues
me lincharían por lo que aquí he dicho.
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