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8/06/2016

PIENSA COMO YO O...

Cuando escribimos sobre un tema que es actualidad noticiosa o, como dicen por ahí, tendencia viral en las redes sociales, lo menos que esperamos es que un buen número de personas nos lea y comente algo al respecto. Si el tema es de carácter político, nuestras expectativas cambian y se tornan exigencia. Es decir: ya no escribimos para expresar en público nuestra opinión,  sino para que todos estén de acuerdo con lo que opinamos.

Es, entonces, cuando la réplica deja de ser un instrumento ideológico para convertirse en arma de doble filo que sirve para contradecir y,  a la vez,  para agredir. Más lo segundo que lo primero. Esto se hace evidente, por ejemplo, con el Proceso de Paz, proyecto gubernamental que ha polarizado a los colombianos de tal forma que ya no nos referimos a conservadores y liberales, como antaño, sino a uribistas y santistas.


Se sabe que unos y otros no pertenecen a partidos diferentes,  sino a diferentes clubes políticos con la misma ideología (si es que algo les queda de ideas fundamentales) y por eso optamos por seguir a personas y no ideas, convirtiéndonos en fans de unos líderes de directorios que están ahí movidos por intereses exclusivamente personales. La paz es ahora el caballito de batalla para arrastrar seguidores.

Sin embargo, el colombiano común y corriente, ese que come empanadas en la fritanga de la esquina -como yo- no entiende de esas cosas. O no quiere entender, que es otra forma de cerrarse a la banda y arrojar en la cara de su contrario un baldado de excremento cuando se atreve a opinar. Porque aquí no se trata de si tengo argumento para querer la guerra o los tengo para que querer la paz, sino de decirle al otro: Usted tiene que pensar como yo.

La utilización de palabras de grueso calibre, insultos que muestran el odio extremo, amenazas solapadas que pretenden intimidar al adversario, burlas descaradas lanzadas sin ninguna consideración, estos son algunos de los argumentos que esgrimen los que tienen argumentos. Ante tal carencia sólo quedan dos opciones: descender al nivel del agresor o bloquearlo y eliminar su comentario. Quien tenga cuatro dedos de frente optará por esto último.


Esa es, pues, la estrategia de quien, además de ser intolerante, está convencido que los demás deben aceptar sus razones sin ninguna fórmula de juicio. Y a esa estrategia no podemos seguir haciéndole el juego. Quien tiene como deporte contradecir para provocar, siente un placer morboso cuando le responden. Es como la araña viuda: teje la red y cada 30 segundos abre el Facebbok para ver quien se enredó. 

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