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LOS HEREDEROS DE LA VIOLENCIA

Con mi madre estuve charlando el sábado anterior, tal como ocurre cada ocho días cuando voy a visitarla a Tuluá. Ella tiene un montón de recuerdos que deja escapar a cuentagotas para que no se nos acaben los temas. El sábado anterior le pregunté algo relacionado con uno de sus tíos a quien suele recordar con especial cariño.

—Mi tío Toño, Antonio Venegas, era un hombre muy bueno. Sus hijos se fueron con él a vivir a Cali cuando los ‘pájaros’ lo sacaron, con su mujer y sus hijos, amenazado de su finca. Usted conoce la historia, hijito.

Sí, claro que conozco la historia. Hasta hoy se sigue contando y recontando en la familia, y yo la inserté en la novela que publiqué hace tres años. Ah, pero mi madre no ha leído la novela porque ella no tiene esa costumbre y, además, anda corta de vista.

Foto sacada de la página web del Centro de Memoria, paz y Rconciliación http://centromemoria.gov.co/tag/violencia/


—¿Y quién le robó la finca a Toño? —Le pregunté para poner a prueba su memoria. Después de todo si ya me falla a los 75 años, con mayor razón a ella que tiene 93.

Para mi sorpresa me contestó sin titubear:

—Ese bandido de Alfonso Franco, que vivía a una cuadra del parque de La Ermita.

Entonces nos dimos a la tarea de desenterrar pájaros, bandoleros, asesinos de la violencia que andaban por las calles de Roldanillo como Pedro por su casa, patrocinados y protegidos por el glorioso partido conservador.

—Hasta doctores estuvieron jalando el gatillo para acabar con los liberales susurró mi madre como si aún estuviera viviendo los terroríficos días y noches de La Violencia. —Imagínese, mijo, que hasta el doctor R, ese que yo atendía cada quince en mi peluquería. Recuerde.

—¿El doctor R? —Le pregunté con asombro fingido, tratando de dibujar en mi cara un gesto exagerado.

Sin pretenderlo, accioné la palanca que liberó varios nombres. Mi madre los iba desgranando echando mano de esa parsimonia que la edad había acentuado. Yo había conocido a muchos de los mencionados. De otros ni siquiera sabía de su existencia.

¿Todavía vive en Roldanillo ese tal H? —preguntó ella. Y agregó: Ése mató a muchos, entre ellos a un carnicero por los lados de La Planeta.

No, madre, H murió hace mucho tiempo. Pero su familia es muy respetada y algo adinerada.

—Pues será ahora, porque hace años ese viejo era un comemierda, más que nosotros que no teníamos sino necesidades. Cuando se calmó La Violencia resultó con finca y ganado en La Tulia y Primavera. Otros se quedaron con casas y hasta montaron negocios en el pueblo. Todos sabemos como consiguieron plata esos bandidos.

Mi madre hablaba con rabia contenida. Yo podía sentir el dolor que aún le causaba remover los restos de un pasado que cada día nos era más lejano. Sin embargo, dejé que siguiera mencionando nombres, familias y prestigios levantados sobre los cadáveres de los despojados. Era como si abriera las páginas de un directorio telefónico criminal. Finalmente desvié la conversación hacia otros tópicos menos escabrosos y terminamos riendo con los bochinches de la semana.

De regreso al pueblo, observando por la ventilla de la buseta ese paisaje de caña y deforestación en que se ha convertido el Valle, repasé los motivos que llevan a que todos nos miremos con desprecio y existan algunos que quieran pasar atropelladamente sobre los demás: Es que no se trata de enfrentamientos ideológicos, sino de odios que desde hace muchos años se enquistaron en nuestros genes para disfrazar supuestos intereses políticos. Eso lo sabemos desde hace mucho rato, pero lo olvidamos con tal rapidez que damos vuelta a las páginas de la historia real sin haber terminado la lectura. Las cinco o seis anteriores generaciones fueron los padres de La Violencia y algunos hicieron riqueza con mucho esfuerzo, sudor y sangre, pero de otros. Las actuales generaciones son los hijos de la violencia. Y algunos son los herederos de capitales que se levantaron sobre los cadáveres de cientos de miles de colombianos. Pero ellos aparentan no saberlo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Aníbal Manuel muchas gracias. Favor no pares de escribir. Luis Adiel Parra Osorio

Anónimo dijo...

Anibal Manuel, es genial como tú vas escribiendo y desgranando la historia de violencia, que cubrió gran parte de nuestro querido valle del cauca. Roldanillo y todos estos pueblos del margen izquierdo del rio cauca, fueron testigos de los desmanes que se realizaron con la población civil, de parte de unos cuantos avivatos que se hicieron ricos a costillas de la gente pobre. Aunque mis antepasados vinieron de Roldanillo y es muy probable, y en esto estoy investigando, vinieron aun de más lejos. Yo alcance a conocer familiares, que al bando derecho del rio cauca, tenían sus finquitas cuando la tierra era barata. Espiritu Panesso fue despojado por gente enviada, por una muy mencionada familia de hoy día de Cali, y del valle. Necesitaban tierras y los inundaron abriendo sus compuertas para inundarlos y obligarlos a irse. A mi familiar le dio un infarto al ver que el nivel de agua, subía a la altura de mi papa. Lo vi, lo viví y puedo contarlo. Hoy, esas tierras hacen parte del trapiche panelero, Rio la paila, posteriormente escriturado como Ingenio Riopaila. Todos esos campamentos y caseríos fueron borrados de la presencia del ojo humano, pero gracias a la tecnología, google
aun los conserva, en sus mapas, como la luisa, el faro, zambrano, calabozo, caracoli. Sigue escribiendo, es muy interesante todos tus relatos. : Tito Panesso

Anónimo dijo...

Desde muy niño oía de mis mayores, toda clase de relatos que tuvieran ligazon con muertos y familias desplazadas. Viví mis primeros años de infancia en un campamento de obreros cañeros que llamaban Colon y en medio de cantos y relatos de los negros, indios pstusos y mulatos, trataba de entender a mi corta edad, las razones de estar allí, trabajando en condiciones indignas y por salarios de hambre. Recuerdo que algunas veces fuimos hasta Zambrano, en las noches iluminadas por la luna y hogueras, que estaban cerca al parque, dónde se dedicaban a tomar chicha, guarapo y a comer fritanga, pero en medio de una trenza calma, pues en los días anteriores, los pájaros habían sembrado en el sector, una ola de terror. De esos recuerdos de infancia, me adentre a persivir la nueva ola de violencia, dónde hubo una mezcla de descamisados y personas pudientes, generalmente poseedores de grandes bienes acumulados de esa primera violencia. Se organizaron, empezaron a traquetiar y luego a organizar sus "cocinas",y a producir el polvo blanco. Fue la época de un crecimiento al "debe", dónde se abrazo con familias, se violaron las jovencitas, tras inicialmente regalarles "detalles", motos, joyas, dinero. Muchas familias desaparecieron o tuvieron nuevamente que desplazarce.Hubo dinero a montones para nuevamente acumular propiedades, comprar alcaldes y pagar maletinados a los policías y militares que se disputaban la custodia de reconocidos delincuentes. Hoy con falsa moral nos aterramos o nos hacemos los huevones, no queremos reconocer toda esa complicidad y he ahí la razón de no querer cambiar, de tratar que todo quede en el olvido. Ahora que hay un gobierno distinto a los que siempre nos gobernaron, pretenden que, en dos años termine con las causas y soluciones todos los males que nos ocasionó está maldita violencia.