No sólo Patrick Jane
tiene la facultad de “adivinar” a una persona con sólo echarle un vistazo;
también nosotros podemos intuir qué está pensando o cómo es una una persona con
sólo verle sus gestos, su forma de vestir, sus gustos personales y, sobre todo,
su manera de hablar. A diario lo hacemos en todos los entornos en que nos
movemos. Y Facebook es quizá el escenarios donde más nos mostramos de cuerpo
entero. La razón es bien simple: las equivocaciones, los errores, cualquier
cosa que normalmente nos haría morir de vergüenza, en las redes sociales pasa
"de agache" porque no tenemos al otro frente a nosotros.
¿Que tengo mala
ortografía? ay lo importante es k ce entienda.
¿Que mi redación es
lamentable? Ps no sigan lamentandoce pk no soy garcia marques.
Sin embargo, la mala
ortografía dice -para mencionar apenas un aspecto- del bajísimo nivel de
instrucción escolar y lectura que posee una persona. ¿Y la mala redacción qué me dice? Bueno, lo mismo
pero agregándole algunos problemas cognitivos.
Hay algo más: Aunque la
ortografía y la redacción de una persona sean impecables, lo que dice en
las redes sociales también cuenta. Y no me refiero a las palabrotas, a los
madrazos públicos o expresiones de calibre mayor. Hablo del contenido, de la la
carga semántica que lleva explícita cada palabra. Porque una cosa es decir:
“Los planteamientos que usted expone son equivocados, según mi
pensamiento político” y otra bien diferente es vociferar: "Mamerto HP vallase pa Venezuela que aqui no cavemos si no los que tenemos la patria dentro del corazón".
Lo anterior lo traigo a referencia porque por estos lados llueve a cántaros ese tipo de argumentos... sin argumentos. Aquí lo que vale es el matoneo, el insulto sin razón, la amenaza solapada, la puñalada trapera. Claro: Como no te ven porque tienes puesta la careta del anonimato y no tienes al otro en frente para que te aseste un puñetazo en la jeta... o te diga, con el respaldo de su alto patriotismo: "Te doy en la cara, marica". Para la muestra un botón.
Ustedes saben que esto es de lado y lado. El odio visceral, ese que a algunos hace decir que matan y comen del muerto, no es patrimonio exclusivo de un sector. Veamos otra muestra:
Lacra, gonorrea, perra, gamín, retrasado, descerebrado, rata de alcantarilla, mierda personificada... la lista es infinita, pero tres o cuatro insultos para decir qué clase de persona es quien los profiere.
Ahora, cuando buena parte de la gente empieza a pedir mesura en en la expresión, aparecen los antisociales virtuales, esos que esconden su miedo tras la guarida de una cuenta (a veces falsa) para desempeñar el papel de bocón y hablar de darle bala a sus contradictores. O lo que es peor: para ocultar su cobardía e incitar a otros a que lo hagan.
Lo anterior me hace plantear una hipótesis descabellada y ciertamente morbosa, pues en lo que me toca -tanto en la última etapa de mi vida laboral como en la personal- algunas veces me han ofrecido boleto gratis para viajar al más allá. En la laboral aprendí que la frase popular de "perro que ladra no siempre muerde" se puede complementar con esta otra: "Del dicho al hecho hay mucho trecho". En la personal me voy por lo elemental y concluyo con una obviedad: "Para morir del todo lo único que se requiere es estar vivo". Entonces, en el hipotético evento de no tener la oportunidad de morir en la cama, víctima de una EPS, lo único que pediría a quien me quite esa posiblidad es que, antes de ejecutar su acto, tuviera el valor de mirarme a los ojos durante quince segundos. Ni uno menos, ni uno más.
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