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5/10/2022

Yo te insulto, tú me insultas, nosotros nos insultamos

 Si usted cree que a partir del 30 de mayo este país será diferente, tiene una visión muy romántica de la historia de Colombia y de los colombianos. Después de haber elegido presidente, Colombia seguirá el mismo rumbo y no dejará de ser el valioso botín por el que irán los políticos codiciosos, mientras los colombianos estaremos, como siempre, ocupados en mantener vivo un odio sin sentido. Y no es que repitamos la historia; simplemente no hemos querido terminarla. 

Si no fuera una falacia, se podría decir que ciertas condiciones genéticas nos predisponen a un comportamiento que excede las razones.  Nos preciamos de inteligentes, pero en asuntos de política exhibimos una ignorancia que va más allá de todo cálculo, pues aquí seguimos personajes y no ideas. ¿Acaso el colombiano común (usted o yo) conoce la plataforma ideológica de su partido? ¿Conocemos, al menos, un resumen doctrinario y algo de la historia del grupo al que pertenecemos? Es que en Colombia no hay partidos; hay rentables empresas políticas de las que se benefician unos cuantos, gracias a la fidelidad -casi siempre ciega- de sus seguidores. Rara vez alguien dice: Soy militante de tal o cual partido. Aquí siempre se dice: Soy seguidor de tal o cual político.

Ad portas de los comicios presidenciales se cuentan dieciséis partidos con personería jurídica. Sin embargo, los colombianos hemos abierto una profunda zanja, dejando -a lado izquierdo y lado derecho- hordas rabiosas que no confrontan propuestas programáticas ni argumentan con inteligencia, porque lo que se estila en el sórdido mundo de la política es el insulto gratuito oculto tras la mentira, la calumnia, la injuria. No hay ningún inconveniente en enlodar la campaña del contrario con afirmaciones, a veces descabelladas, que van desde la acusación sin fundamento hasta el bochinche malintencionado. Algunos, incluso, creen que la burla que ofende merece aplausos cerrados. 

¿Por qué quien dice ser mi amigo se convierte en un francotirador cuando mis ideas políticas no son concordantes con las suyas? “Así soy y nadie me va a cambiar, menos usted” me dijo alguien que cierta vez me amenazó de manera solapada porque no compartí su punto de vista. ¿Se dan cuenta? Entonces, no seamos tan eufóricos (o tan pesimistas, según el caso) y aceptemos que sin importar quién sea el elegido, esta Colombia seguirá siendo la misma hasta el día en que los colombianos dejemos de ser los mismos.



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