Nadie desvía su mirada hacia los problemas que lo aquejan. Nadie se pellizca para reaccionar al marasmo pueblerino. Si usted se detiene unos minutos a charlar con los asiduos a este lugar de encuentro y les pregunta: ¿Cómo les parece el parque? Todos responderán en coro: "Muy agradable, muy bonito". No obstante, cuando usted les haga notar las bancas destrozadas, el piso deteriorado, el césped reseco, las plantas marchitas, los árboles sin atención, todos en coro exclamarán: "Ahhh, sí. Está muy descuidado el parquecito".
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7/23/2018
El parque de La Ermita
7/05/2018
Acatando normas mínimas
Los pueblos sólo podrán superarse cuando sus asociados guarden respeto por las normas mínimas y acaten incondicionalmente la norma superior que da sustento a la legislación colombiana: la Carta Magna. Es lo que sustenta a los países socialmente desarrollados y hace la diferencia con aquellos que, de manera estratificante y excluyente, fueron llamados “del tercer mundo”.
Normas mínimas como las que debemos acatar al interior de nuestras casa, en los deportes que practiquemos, las de convivencia social -entre muchas otras- dicen mucho de lo que somos. El rechazo a las mismas dice mucho de lo que no debemos ser porque, de manera imperceptible, terminaremos practicando esa inversión de valores de la que tanto se habla en el presente.
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