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Los de este lado y los del otro

En Colombia nunca ha existido un verdadero y serio debate ideológico, pese a que somos politólogos desde antes del nacimiento. Aquí lo que siempre ha existido es algo similar a dos clubes de fans cuyos miembros gritan como algunas muchachitas histéricas que, incluso, caen en el paroxismo cuando ven a su ídolo en el escenario.

Esta Colombia, según Alvaro Tirado Mejía, se dividía en dos grupos: Los esclavistas, burócratas, terratenientes, militares de alto rango y clero, para quienes la situación era ideal y debía ser mantenida a toda costa. Y los comerciantes (¡sí, los comerciante!), los indígenas, los esclavos y los artesanos que apoyaban la idea de modernizar el Estado. Criollos y chapetones se decían.

Luego vinieron los bolivarianos y santanderistas. Los primeros pensaban que este platanal debería seguir siendo colonia española. Recuerden que Bolívar, releyendo la Biblia, decía que “Al rey se le obedece, pero no se le acata”. Y Mariano Ospina Rodríguez recalcaba que “la abolición de la esclavitud afectaba los intereses económicos de los esclavistas, porque perderían el dinero que los esclavos les habían costado y se verían obligados a contratar jornaleros. Además, hacer que todos los hombres fueran iguales, les derrumbaría su poder social.

Los santanderistas, en cambio, propugnaban por un Estado con cambios sociales, principalmente en: Abolición de la esclavitud, Libertad absoluta de imprenta y de palabra, Libertad religiosa, Libertad de Enseñanza, Sufragio Universal, directo y secreto, Disminución de las funciones del Ejecutivo, Fortalecimiento de las Provincias, Abolición de los monopolios, Abolición del ejército, Expulsión de los Jesuitas.

Así, en pocas palabras, nacieron los partidos políticos que actualmente ya no se llaman conservador y liberal sino que toman el nombre del cacique que lidera a cada grupo. Eso viene ocurriendo desde que esos caciques se dieron cuenta que el pueblo raso es como la plastilina y que eso de seguir ideas pasó de moda porque lo que se estila ahora es seguir personas, como algunas muchachitas histéricas que, incluso, caen en el paroxismo cuando ven a su ídolo en el escenario.

No hay que perder el tiempo con fanáticos

No hay que perder el tiempo en discusiones que tengan que ver con la política parroquial. Y si excepcionalmente se hace, no hay que ir más allá de los aspectos generales. Es que ese tema resulta tan candente que fácilmente exalta las pasiones y lleva a una persona inteligente a apartarse del diálogo civilizado y a adentrarse en el parloteo incongruente que gira y gira, como un carrusel, sin llegar a parte alguna.

Nada es más desgastante que caer en la trampa de aquellos que creen poseer la única verdad, porque de esa supuesta única verdad nadie los apartará. Sin embargo, en las redes sociales se ve a diario el espectáculo grotesco que arman los que salen a replicar a sus contrarios de bando político sin exponer ningún argumento de peso o, al menos, coherente. Porque lo que vale es es el insulto, la burla, la frase malintencionada, la mentira descarada, la noticia falsa, el concepto distorsionado, prácticas de las que no fueron ajenos figuras de la nacionalidad colombiana como el preclaro estandarte del conservatismo Miguel Abadía Méndez, quien acuñó el término COMUNISTA para referirse a todo aquel que no fuera devoto del Sagrado Corazón de Jesús y del partido conservador. Algo muy simplista y propio de las mentalidades obtusas.


Por eso, no hay que perder el tiempo discutiendo con estúpidos fanáticos porque a ellos no les importa el debate; al contrario: evitan esos escenarios donde la inteligencia es expuesta, pues son conscientes de su icapacidad intelectual. Ellos solo saben atacar con violencia verbal pues su único objetivo no es llegar a la verdad sino imponer su criterio, ganar a como de lugar así no se tenga la razón. De ahí que siempre asuman una actitud arrogante e irrespetuosa a las ideas de los demás.

Los estúpidos fanáticos son propensos a distorsionar la realidad y difundir la falsedad. Son mentirosos cumpulsivos y terminan convencidos de que sus mentiras son la única verdad. Y de ahí nadie los sacará. Entonces, no debatas con ellos, no intentes mostrarles la otra cara de la moneda, porque su moneda solo es de una sola cara. Además, recuerda que el tiempo que gastas tratando de establecer un debate con altura lo puedes dedicar a construir tu sosiego. Cuando la ignorancia de esos personajes vocifere, tu inteligencia debe guardar prudente silencio.

Pueblo del Ruido Mágico

¿Será que esta ley también operará en Roldanillo?

Lo pregunto porque Roldanillo es “Pueblo Mágico”, donde se hace “hasta pa’ vender” y las autoridades administrativas por ningún lado. Nunca me tragué el cuento chino de “Pueblo Magico”, porque Roldanillo es una aldea sin magia. En cambio, sí creo que es el lugar más ruidoso del mundo y, por poco, del universo.

No es sino hacer un recorrido nocturno en los fines de semana para corroborar que los equipos de sonidos (parlantes, le dicen ahora) suenan a toda sin que la policía haga cumplir la norma correspondiente.

Pásense, en la madrugada de los fines de semana, por el deteriorado parque de La Ermita para apreciar el mágico espectáculo de muchachos tomando licor y consumiendo algunos complementos psicotrópicos al son de la narco-música que se puede escuchar a tres cuadras de distancia.

Dense una vueltica, entre las dos y ocho de la mañana, por la carrera octava, como quien va para La Tulia, para que se deleiten con el sonido bestial que sale de la reconocida caballeriza convertida en bebedero semanal, desconociendo además la normatividad sobre el funcionamiento de bares y cantinas en zonas residenciales.

Asómense por las calles de tráfico alto para que disfruten del ruido de motos sin silenciador y motociclistas sin documentos, a lo que hay que sumarle el exceso de velocidad, el llanteo y el desconocimiento de las señales de tránsito.

Si ustedes creían que las cabalgatas seguían siendo una expresión del folclor heredado de los españoles, espérese al próximo bloqueo de calles, callejas y callejones en esta aldea para que sigan gozando la exhibición gratuita de un desfile de bestias y equinos (es casi lo mismo) que dejan escuchar sus herraduras hasta bien avanzada la madrugada.

Desde luego que son otros más los factores de contaminación auditiva en esta aldea, como los perifoneadores, los vendedores ambulantes con altoparlantes, el de la mazamorra y el de la mazamorre, el de las rifas, el del chontaduro, el del aguacate maduro, el de las solteritas y las arrejuntaditas, el predicador, el circo que anuncia durante quince días la última función, los perros callejeros, los rumberos, los que van, los que vienen, los que suben, los que bajan… Pero todo esto es melodía celestial comparado con los focos de ruido arriba mencionados.

¿Y las autoridades administrativas del municipio?

Bien, gracias.