Noticia que a la que no se ha prestado
la atención que merece es la que tiene que ver con la entrada del agua como
producto cotizable, pasando así de la bolsa plástica a la bolsa de valores. La
noticia no tuviera importancia si detrás de todo no existiera la mano del señor
Montgomery Burns, personaje de los Simpson que encarna en Donald Trump, Bill
Gates, Carlos Slim, Sarmiento Angulo, Gilinski, Santodomingo, Ardila Lulle y
todos los que conforman el círculo de los más envidiados -pero también de los
más odiados- personajes de la economía mundial.
Aunque se ha convertido en un artículo de
consumo, entre nosotros aún guarda una débil vigencia aquello de que “Un vaso
de agua no se niega a nadie”. Al menos en mi casa no se ha perdido esa
costumbre cristiana, pese a que no tenemos creencias religiosas. Sin embargo,
si usted entra a una cafetería y pide agua, el del mostrador no coge un vaso y
abre el grifo, como en otras épocas, sino que le pregunta: ¿En bolsa o en
botella? Y, claro, le anuncia cuál es el precio que debe pagar.
Lo mismo pasó con otras cosas que la
naturaleza nos regalaba. Como la mierda de gallina, por ejemplo. Lo que en los
grandes galpones era un agregado que terminaba siendo un estorbo, fue rotulado
con el nombre de “gallinaza” y vendido para la elaboración de abono.
Volviendo al tema del agua, quiero
contar el diálogo que tuve con un amigo con el que coincidí esta semana.
Después de hablar de lo humano y lo divino, me preguntó: ¿Y qué opinás de que
el precio del agua se cotice en Walt Street como el oro y el platino? ¿No te
parece increíble? Acorde con la seriedad de la pregunta, le respondí: Pues
hombre, hace rato le pusieron precio al agua y por eso pagamos facturas a una
empresa que nos quita ese derecho si nos atrasamos cinco días en el pago.
El tema daba para más de un café, pero mi amigo cargaba afanes diferentes a los míos y cortamos la charla, aunque me quedé con las ganas de decirle que lo increíble era que en Roldanillo existieran tres riachuelos (Cáceres, El Rey y Roldanillo) cuyo cauce no sirve ni para la cría de sapos, pues sus cursos fueron desviados, previo el pago único y anticipado de una suma no conocida, a haciendas de particulares ante la mirada complaciente y cómplice de la CVC, dependencia que tiene funciones muy diferentes a hacerse los de la vista gorda.
El agua tiene un precio. Por eso se la roban.
ANIBAL
MANUEL
No hay comentarios:
Publicar un comentario