El domingo pasado un amigo me preguntó, en tono casi de reproche: ¿Abriste tres páginas en Facebook? Le respondí que no, pero que iba a buscar para saber de qué se trataba. Es que ahora uno resulta vendiendo o comprando chucherías sin haberlo pedido, vinculado en campañas de defensa de los derechos de los unicornios, formado grupo con los observadores de luciérnagas, apoyando a los ensimismados, dando una voz de aliento a los que sufren de halitosis, en fin: gracias a las redes sociales uno termina involucrado en todas las locuras que tienen autopista en la web. Hace quince minutos me llegó, vía Messenger, esta nota:
Hola amigo, Te invito a ser miembro de la Célula Aprista Colombiana, perteneciente a la Alianza Popular Revolucionaria Americana “APRA”, el Gran Movimiento Continental de Centro Izquierda o Izquierda Democrática, que propone la Integración de los Pueblos Indoamericanos, conservando cada país su autonomía, pero unidos por una sola Causa, la ansiada Justicia Social de Pan Con Libertad.
La nota está inserta en un grupo que no creé pero, al parecer, es mi grupo. ¿En qué momento resulté bailando en una fiesta que no era la mía ni donde me habían invitado? Porque, hasta donde el alemán me lo permite, no recuerdo haber creado un grupo ni estar participando en uno donde haya sido invitado. Ojo, que así es como uno llega a perder la virginidad.
Debo hacer una aclaración innecesaria: En diferentes ocasiones he manifestado que de la política nada me gusta. Por eso no pertenezco a ningún partido, menos aún a un grupo o directorio. Eso no quiere decir que eluda el tema o que no sea amigo y respete a los que sí les gusta y la disfrutan hasta el éxtasis, así algunos de ellos no entiendan o no toleren mi posición. Un suspicaz me dijo que si no soy de derecha ni de izquierda; entonces es que soy un anarquista. Vaya uno a saber. He leído (que no estudiado) a Bakunin, el más destacado teórico del anarquismo, a Proudhom, a Emma Goldman, a Kropotkin... La lista es muy larga. Pero también he leído la Biblia, algunas cosas de Das Kapital y otras de Mein Kampf y La Montaña Mágica y a Vidales y Rin Rin Renacuajo. ¿Eso que me hace? No me mame gallo, me dijo el suspicaz.
Bueno, lo que quiero decir es que mi intuición me lleva de la mano para indicarme dónde estoy parado y dónde no me debo parar. Mi independencia (mejor sería decir; mi libre albedrío) me lleva por los ibéricos caminos de Don Alonso Quijano. Por eso estoy con los que apenas sí se dejan escuchar, con los que injustamente son víctimas de la justicia, con aquellos que entregan sudor y sangre a cambio de un salario de miseria, con los que están en el lado opuesto de la opulencia, con el payaso que no recibe aplausos, con el ciclista que llega de último a la meta. En resumen: con los desiguales. Si a pesar de esa posición frente a la realidad que me muestra como alguien que no es de derecha pero tampoco de izquierda, entonces sí, a veces soy anarquista. Y en este despelote ideológico que llevo a cuestas sólo atino a decir: no me lleven a los empujones a grupos donde no he pedido estar, pues además de anarquista soy "solitarista".
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