Joel Antonio Coronado, un amigo que tiene la virtud
de no tragar entero y de cuando en cuando sacar a relucir su inconformismo
(resentimiento, suelen decir los que están al otro lado), ha publicado tres
mensajes en un grupo feisbucero que llama Cultura
ciudadana. ¿Cuándo aprenderemos? Esos mensajes hacen referencia a omisiones
de las administraciones municipal y departamental y que deben ser atendidas y solucionadas en la
inmediatez por personas que son conscientes de las múltiples ocupaciones del
señor alcalde, quien está para realizar proyectos mega y no para ocuparse de
huequitos en las vías.
El primer mensaje alude a la manera como el
ciudadano advierte el riesgo que representa un tremendo hueco en la carreta 5
entre calles 6 y 7: con un saco, costal estopa, o como usted quiera llamarlo,
pues a la hora del té lo que menos importa es la lexicografía cuando lo que se
trata es de prevenir que un peatón de manera intencional le dé por caer allí y fracturarse
una pierna para iniciar un proceso de responsabilidad civil o una tractomula sea
tragada con carga y todo.
El ciudadano (no ha de faltar el odioso ciudadano
que quiera poner en evidencia la negligencia oficial) lo que hizo fue clavar
dos palos en el hueco y poner el saco de marras en el que se lee en letras
gigantescas PENTECONTES. Para los
que no lo saben, esa palabra significa, en hebreo, ”venida del espíritu santo”. Pero las autoridades municipales le
han dado la acepción de PELIGRO, tal
vez porque en los accidentes de tránsito algunos vehículos se incendian como si
les hubiera caído lenguas de fuego. Entonces, que quede claro que los sacos con
mensajes bíblicos, como en este caso concreto, tiene dos significados: El
primero, es una invocación a Dios que hacen los vecinos a diario para que proteja
a todos de caer en los abismos. El segundo es una rogativa para que ese hueco sea
tapado en esta administración, o al menos en alguna de las cuatro próximas. De
otro lado, esa inmensa paloma con las alas abiertas está simbolizando el
efímero vuelo de los impuestos, esos que paga el empresario por sus crecientes
empresas, lo mismo que el habitante de la calle por el tarro de Boxer que
compra para evadir la realidad de todos los días.
El segundo mensaje de Joel Antonio Coronado resalta
la labor del joven Víctor Quiceno, quien por su cuenta y siendo el único que
detectó el peligro, se dio a la tarea de tapar un hueco cerca de Mi Casita (no
la mía sino la de Bernardo Vargas). Con su voluntad y una carreta de mano,
porque Víctor no se va de carreta política, recogió escombros de asfalto y los
acomodó de tal manera que sólo da vergüenza propia. Pero no propia de Víctor
sino de la gobernación del Valle, que es a la que corresponde la reparación de
las vías departamentales, y de la alcaldía de Roldanillo, que debe hacer las
gestiones necesarias para que la gobernadora actúe, por presentarse el
deterioro hacia ese lado.
No sólo Víctor Quiceno ha desempeñado el cargo de
tapahuecos. En esa misma vía operaba un personaje que, bajo el lema de “échale
tierrita y tápalo”, de día tapaba el único cráter en el que se le veía echar infinitas
paladas de tierra y en la noche destapaba el resto. Ese personaje estiraba la
mano para cobrar sus honorarios, pero la gente se negaba siempre argumentando
que no se podía pagar nuevamente lo que ya habían aportado para el CVY. Nadie
volvió a verlo y sería bueno que pudiera ser ubicado para que responda por
abandono de las labores que le corresponden al gobierno departamental y cargue
con la negligencia de los que deben estar atentos de que las cosas marchen bien
en su jurisdicción.
Dicen que Víctor Quiceno será recompensado en un
futuro no muy lejano, si es que la productiva y enriquecedora práctica de la
corrupción no ha sido frenada.
El tercer mensaje de nuestro amigo Joel alude a unos
agujeros que difícilmente pueden ser detectado en el puente sobre el río Cauca.
Unos dicen que es el resultado del paso de las alegres caravanas de trenes
cañeros que se ven por allí todos los días “trayendo progreso a la región”. Otros
dicen que en realidad se está preparando la infraestructura para un nuevo
deporte extremo que consiste en –después de haber caído en los huecos que
previamente se ha “tragado”- terminar de torcer los rines y reventar las
llantas de los vehículos que no siempre pueden eludirlos. Otros hablan de
aberturas que se están acondicionando para que los turistas observen, con
cierto riesgo emocionante, el fluir del límpido río. Como sea, es otra obra
cuyo mantenimiento corre por cuenta de la gobernación del Valle, pero su
gestión –como siempre- por cuenta conjunta de las alcaldías de Zarzal y
Roldanillo.
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