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¡Ese Petro es una porquería!

Necesitaba unas medicinas para mis mascotas recién operadas. Al entrar en la veterinaria tropecé con una acalorada discusión que enfrentaba al dependiente del negocio, una señora de unos cuarenta años, su esposo -un hombre común y corriente del estrato 2- y un joven con pinta de trabajar en lo que resultara.

―Es que ese Petro es una porquería. ¿Ya saben lo que les hizo a los pobres viejitos? ¡Les quitó el auxilio del adulto mayor! ―exclamó la mujer, mostrando toda su indignación.

―¿Quién le dijo esa mentira? ―preguntó el joven. ―Porque la verdad es que a mi abuelo no le han quitado ese auxilio; al contrario: se lo aumentaron a 250 mil.

―¿Mentira? Me lo mostró mi vecina en una publicación de Facebook. Voy a buscarla en mi celular ―replicó la mujer, mientras abría su cuenta y deslizaba la pantalla con desesperación.

―Se ve que usted hace parte de la manada de los mamertos ―dijo el dependiente dirigiéndole al joven una mirada que yo no pude descifrar si era de reproche o de odio.

Pues yo voté por Petro. No sé si por eso soy un mamerto. ―replicó el joven.

Acostumbrado como estoy a pasar desapercibido -casi invisible- en todo lugar donde necesito comprar algo, adopté la postura de testigo silencioso. Con paciencia me quedé esperando el "A sus órdenes, señor. ¿Qué se le ofrece?" pero para el dependiente su prioridad era la discusión en torno a Petro. La mujer seguía buscando en su teléfono. La voz rasposa del marido de la mujer me sacó del letargo:

―Y eso no es nada... Voy a tener que guardar mi Harley porque ese comunista nos subió el precio de la gasolina ―se quejó, al tiempo que señalaba una motico C70 descolorida y con el sillín remendado con cinta adhesiva.

―¿Y qué tal la perlita? Le regaló a los palestinos no cuántas toneladas de oro. ―interrumpió el dependiente. ―¡Toneladas de oro para esa gente que está atacando a Israel!

―Discúlpenme, señores... ―dijo el joven con un tono que subió varios decibeles.―Es Israel el que está atacando a Palestina y no solo con misieles sino con hambre, que es lo más cruel. Y no ha regalado toneladas de oro; simplemente señaló que un buen destino del oro y bienes incautados al narcotráfico seía enviarlo a Palestina para mitigar el hambre de la gente de esa nación. Ah, y el galón de gasolina subió solamente cien pesos. ¿Con cuanto tanquea su Harley, señor? En la estación de servicio usted tiene que pagar cien pesos más por galón, pero los transportadores aprovechan y le sbuen varios miles al flete y en el supermercado de la noche a la mañana le suben a los productos que venden. A propósito: Los licores tambien subieron de precio en las discotecas. ¿No va a protestar por eso?

Un destello de esperanza me ilumnó el rostro cuando el dependiente me hizo una seña con la mano para indicarme que "Enseguida lo atiendo, señor". Pero su fogosidad derrumbó mi esperanza, pues regresó a la discusión sin ninguna consideración a mis mascotas.

―En todo caso, si queremos salvar a Colombia tenemos que votar por el candidato uribista, porque con Petro este país va de culo pal barranco. ¿Usted qué opina, señor?

Pues que si usted sigue hablando de política sin fundamento y no atiende a sus clientes como lo merecen, este negocio va de culo pa'l barranco.

Di vuelta y tomé dirección a otra veterinaria. La discusión, sin duda alguna, continuó girando como un carrusel de incongruencias. Me fui reflexionando sobre lo estúpidos que llegamos a ser cuando confundimos preferencias con fanatismo y y nos damos a opinar sobre lo humano y lo divino sin tener un criterio claro al respecto, desconociendo qué es lo que define realmente nuestra ideología (que todos confundimos con tendencia política). Somos fanáticos porque somos ignorantes, porque es más cómodo creer lo que nos dicen que consultar las fuentes confiables. Seguimos a personas y no lo más importante: las ideas. Y vamos en contra de personas y no de su pensamiento. Nuestro nivel de conocimiento de la historia es tan precario que nos quedamos con los relatos idealizados que nos narraron en la escuela y olvidamos los hechos que la realidad nos muestra a diario. somos amnésicos, ciegos, insensibles, indolentes, acomodados, complacientes. Somos topos guiados únicamente por los instintos serviles. Somos ignorantes y nos sentimos orgullosos de ello.

Continué mi camino.

Allá, en la veterinaria, seguramente sigue la discusión. Y la mujer seguramente sigue buscando en su teléfono.