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11/10/2024

Cuento de nunca acabar

A Roldanillo la convirtieron en una aldea mágica, pero desgraciadamente ha sido administrada por los peores magos. Basta con mirar la considerable cantidad de obras devoradas por la maleza o dejadas ahí desde décadas atrás como monumentos a las tres “virtudes” de un buen político metido en la administración pública: la corrupción, el incumplimiento de sus promesas y la desidia crónica.

Lo más grave es que los roldanillenses se han acostumbrado a esa situación. De otra manera no se explica por qué un parque de tanta tradición como lo es el Eustaquio Palacios, más conocido como el parque de La Ermita, esté como está.

En abril de 2015 ―hace nueve años y siete meses― publiqué en este blog una denuncia que daba cuenta del deplorable estado del parque Eustaquio Palacios, más conocido como el parque de La Ermita. El 23 de julio de 2018 ―tres años después― repetí la nota y la ilustré con varias fotografías que apoyaban mi denuncia. El alcalde de esta aldea era… Sí, el mismo de ahora: el señor Jaime Ríos, quien al inicio de su primer mandato prometió que haría la reposición de las bancas destruidas o deterioradas. Aquí están las fotografías publicada en el 2018:

Como esta, eran ocho las bancas a las que les faltaba un apoya-brazos





Hoy, 10 de noviembre de 2024, las cosas siguen igual. O casi igual, pues algunos vecinos se dieron a la tarea de recoger los escombros que daban mal aspecto al parque y causaban asombro a los turistas que se arriesgaban a dar una vueltica por esos lados. Es que, al parecer, los de la administración municipal no miran más allá de sus escritorios y nadie se pellizca para salir del marasmo burocrático.

¿A quién le corresponde el cuidado y mantenimiento de los bienes públicos del municipio? le pregunté a un par de viejos que en ese momento disfrutaban de las últimas etapas de su tour vivencial charlando animadamente en la esquina del parque, frente a la capilla."Yo no sé. A lo mejor a la alcaldía, creo yo, pero de allá no se asoman por aquí ni a tomar tinto” fue la respuesta literal de uno de ellos.

En el fondo deseé que esos viejos estuvieran equivocados. Pero la realidad nos golpea al ver que la desidia oficial solo nos deja ver los escombros. No hay disculpa. Si la hubiera, sería bueno conocerla para poder explicarle a los turistas por qué han pasado diez años y los pedazos de banca siguen ahí tirados en el mismo sitio, por qué está en estas deplorables condiciones un lugar que es de los más visitados por los que llegan aquí atraídos por la gran mentira de que este es un “pueblo mágico”, cuando en realidad es un pueblo más caro.

Las imágenes de hoy son estas:

Como esta son siete las bancas a las que les hace falta un apoya-brazos

Hasta hace apenas tres días los taxistas y la señora del Guanabanazo

se sentaban en esta banca. Hoy está así.


No obstante, el parque Eustaquio Palacios sigue siendo el referente de quienes, de tarde en tarde, buscan recibir los vientos del Pacífico, reinventar una charla tejida con anécdotas, alivianar el tedio de cada día o, simplemente, dejarse tentar por la oferta de un bocado de comida rápida. (¿Otro problema?).

El deterioro del parque, hay que repetirlo hasta que el alcalde medianamente logre entenderlo, no es de reciente data. Pero cada día que pasa se hace más evidente. ¿Imprevisión al momento de proyectar los recursos presupuestales? Lo que sea, se requiere la intervención inmediata de los que tienen que ver con la administración municipal, pues si bien su cuidado corresponde a los usuarios y a la comunidad en general, el mantenimiento de la infraestructura de los bienes que pertenecen al municipio es responsabilidad, precisamente, de… ¿De quién? Estoy seguro que no es de la Secretaría de Salud. Estoy seguro.

PD: Este texto, escrita y publicada el 23 de julio de 2018, es modificada para su actualización el 10 de noviembre de 2024. Se echa a andar el cronómetro.



9/09/2024

MUcho ruido y pocas nueces

 Cuando regresé a Roldanillo de eso hace siete años varias cosas llamaron mi atención respecto de los motociclistas: No usaban el casco protector, no portaban ningún tipo de documento y algunos conducían excediendo los límites de velocidad y de ruido permitido por las normas correspondientes.

En cuanto a la negativa de usar casco, un viejo amigo me dijo, un poco en broma y otro tanto en sentido metafórico: “Es que los roldanillenses no necesitan casco porque tienen la cabeza muy dura”. Ya me estaba acostumbrando a esa situación cuando los dos o tres agentes de tránsito de tránsito que existían por entonces se dieron a la tarea de exigir el uso del casco reglamentario. Entonces los infractores se inventaron una red de alerta para avisar a los malos ciudadanos sobre la presencia de los guardas en determinados sectores de esta aldea. “Retenes Roldanillo” creo que llamaba. Como siempre ocurre, los que estaban al margen de la ley se impusieron frente a las autoridades y siete años después las cosas siguen como estaban.

En lo que se refiere a la regulación de documentos, la situación no es diferente. Tengo un joven vecino que conduce motos desde que tenía doce años. Sin documentos, desde luego. Ahora tiene diecinueve años. ¿Y la licencia de conducción? Le pregunté. Me respondió: «No señor, eso es pa’ los bobos que quieren botar la plata.»


Lo del ruido sí es otro tema. En esta aldea se hizo costumbre (que luego se convirtió en moda) quitarle a las motos el mofle o silenciador del tubo de escape. El ruido se vuelve intolerable a cualquier hora, pero más en horas de la noche y la madrugada, que es cuando la gente está descansando y conciliando el sueño.

Los motociclistas del ruido pisotean los derechos ciudadanos y nadie se anima a poner orden en la casa. Hasta se dan el gusto de pasar junto a los tales agente

Si la norma no se hace cumplir, puede deberse a dos circunstancias:

1.      Las autoridades encargadas de hacer cumplir las leyes no duermen en Roldanillo.

2.      Las autoridades gozan del privilegio de que en un perímetro de quinientos metros alrededor de sus casas no pasen los ruidosos motociclistas.

3.      Las autoridades de esta aldea adolecen de shakirosis administrativa y son sordas, ciegas y mudas ante los problemas que afectan a la aldea.



Si vamos a los manuales de los agentes de tránsito, se podrá leer lo siguiente:

Los Agentes de Tránsito Civiles son empleados públicos investidos de autoridad como Agentes de Tránsito y Transporte, vinculados directamente y vigilados de manera estricta por la Secretaría de Movilidad. Ellos velarán por el orden del flujo vehicular y peatonal en las vías públicas mediante funciones preventivas, de asistencia técnica, regulación y control del cumplimiento de las normas de tránsito. De modo que su única función no es cumplir con la cuota de comparendos ni soplar un pito para llamar la atención de los mal parqueados.

Y en relación con el control del ruido, La Resolución 627 de 2006 emitida por el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial es bien clara en lo que se refiere a los máximos estándares de emisión de ruido en los diferentes sectores poblacionales, en los que se incluye el residencial, por supuesto, donde el tope permito es de 65 decibeles en el día y 55 decibeles en la noche.

 Caben aquí unas preguntas. ¿Conocen las autoridades municipales, entre ellas los guardas de tránsito, la anterior norma? ¡Claro que sí! Entonces, si la conocen, ¿por qué no la hacen cumplir?






5/31/2024

Ahí están pintados

Nadie más patético -en el sentido de causar lástima- que un administrador o asesor cultural que carece de cultura. Es como un Einstein que no sabe de física y matemáticas. Lo digo porque al pasar por la alcaldía de Roldanillo nota uno que el busto de Carlos Villafañe, uno de los tres pilares de los que nos agarramos para decir que somos la aldea más culta del planeta, fue remozado.

¡Qué bien! Exclamará en coro el comité de aplausos a la administración municipal, sin darse cuenta que lo que hicieron con el busto del poeta fue una chambonada tan grande como la ignorancia de quien la ordenó. ¿Acaso desconocían que pintar un bronce artístico es como retocar la Gioconda con vinilo escolar?

Ahí está pintado el poeta Villafañe

Si no lo sabían, tanto la restauración como la conservación de obras escultóricas en bronce exigen, en caso extremo de deterioro, un tratamiento especial realizado por expertos y no por pintores de brocha gorda.

Si no lo sabían, esas obras van adquiriendo, además de las cagadas de las palomas, una capa endurecida de color verdoso que se llama pátina. Esa capa es como el certificado que se exhibe al llegar a la mayoría de edad. Y no es perjudicial; al contrario: le imprime un sello de nobleza. Lo que sí es perjudicial es la corrosión de los metales y, claro está, la total carencia de conocimiento de quien le echó un tarro de pintura a la obra que realizó hace cincuenta años el escultor tolimense Mardoqueo Montaña.

Pero esas chambonadas se dan porque los gestores culturales por decreto nunca se han dado una pasadita por el Museo Rayo. Alejandro Mendoza les habría asesorado con autoridad y les habría dicho que los bronces no se barnizan y menos con las pinturas ordinarias con que se enlucen las fachadas y se estampan las efímeras señales de tránsito en las calles de Roldanillo.

Cabe preguntar al final: ¿Qué van a hacer ahora?

1/15/2024

Verdades a medias = Mentiras a medias

Desde tiempos inmemorables, la desinformación ha sido el arma predilecta de quienes buscan disminuir el potencial de su adversario. El rumor malintencionado, el “me contaron” en versión corregida y aumentada a conveniencia, el bochinche que destruye reputación y honra… todo instrumento de manipulación de la realidad se ha considerado válido en los aspectos de la vida pública, especialmente la política.

Recorrer las redes sociales significa hacer un viaje laberíntico, tomando el riesgo de quedar atrapado en las redes de la mentira. Ya no se estila leer entre líneas. Ahora todos estamos obligados a leer con lupa de gran potencia y un ojo entrecerrado, pues nada es reprochable en el propósito de exterminar la izquierda o la derecha. Unos y otros esgrimen argumentos que no lo son. Unos y otros echan mano de la afirmación engañosa y, de paso, le brindan aplauso cerrado a los que la difunden. Unos y otros consideran que esos principios retorcidos que practican —y que orgullosamente inculcan a sus hijos— son los correctos.

Lo anterior viene a referencia porque, buscando en Facebook una frase que me gustó y que luego perdí, encontré tres publicaciones de personas que exponían, de manera coincidente, sus puntos de vista respecto al incremento del salario mínimo. “¿Cómo la ven? Subieron el 12,07% al salario mínimo, pero aumentaron el 18.4% al Soat”, es la frase que resume esos puntos de vista. A los indignados personajes se les olvidó aclara que el SOAT incrementó el 10.97% para motos de bajo cilindraje y taxis. Se les olvidó mencionar que los que ganan el salario mínimo (o menos) no tienen moto. Y si la tienen, es una chatarrita sin SOAT ni certificado de revisión tecno-mecánica y, para rebosar el balde, conducida sin “pase”. Se les olvidó mencionar que los que están obligados a pagar el 18,4% son los que ganan con qué comprar una moto de alto cilindraje o un vehículo de media o alta gama, pues los que ganan el mínimo milagrosamente logran sobrevivir. Se les olvidó aclarar que en sus publicaciones dijeron una verdad a medias, es decir: una mentira a medias que, en últimas, es una total mentira. Se les olvidó reconocer que con sus publicaciones están enseñando a sus hijos a ser unos vulgares tramposos para ocultar la verdad y engañar a los demás, a ser unos distinguidos deshonestos, en pocas palabras: a ser dignos de sus padres.