En la noche del pasado martes 29
de marzo se iba a reunir en el centro comunal de Los Llanitos un grupo de
personas vinculadas al famoso programa
de “Mejoramiento de sesenta viviendas
del municipio de Roldanillo” y otros. No hablarían de política, ni de
religión ni del resultado del partido Colombia - Ecuador. Los organizadores de
la reunión sólo iban a tratar el importantísimo y polémico asunto de un plato
de sancocho de gallina que sería ofrecido en venta con el fin de conseguir unos
recursos económicos. Pero antes de que empezara la reunión llegó JULIÁN CABRERA
acompañado de unas personas que al parecer también estaban vinculadas a ese
mismo programa, pero como responsables de su ejecución. Me dicen que llegaron
pisando fuerte. Me informan que llegaron vociferando. Me cuentan que llegaron
con filmadora en mano y actitud agresiva. Me advierten que llegaron haciendo
directas alusiones a mí.
Empecemos por lo último.
Al parecer al señor Julián
Cabrera y su ingeniero contratista, así como su legión de sumisos seguidores,
no les gusta que yo escriba y, menos aún, lo que yo escribo, especialmente lo
que tiene que ver con el “Mejoramiento
de sesenta viviendas del municipio de Roldanillo”.. Eso es problema de
ellos. Cuando redacté esos escritos lo hice con fundamento en una serie de
documentos que aún tengo en mis manos y que fueron publicados, mediante links,
para que el lector conociera lo que se había contratado y lo que se le había
dado los beneficiarios de ese programa de mejoramiento de vivienda. Las cifras
siguen ahí. Las dudas y la inconformidad de los beneficiarios siguen ahí. Y yo
seguiré aquí. Ah… y no escribo por encargo ni “pedaliado” por nadie. Soy
independiente en mi pensamiento y en mi actuar. Y ése sí es el verdadero
problema para muchos.
Cuando con la razón no se puede
justificar los hechos, se recurre a la violencia. Hace mes y medio me llegaron
mensajes que claramente contenían amenazas de muerte. No puedo negar que me
causaron zozobra, que me hicieron sentir algo de temor por mis hijos. Pero la verdad es que
situaciones de amenazas -propias o ajenas- debo manejar a diario. Y esas las
sorteé y creí haberlas controlado. Sin embargo, con el bochornoso retorno del
ex-alcalde noto que, en el esquema de autoprotección que he diseñado, me falta
cubrir algunos frentes. A mis 65 años no tengo temores de que mi existencia
acabe, pero si pudiera llegar siquiera a los 80 me sentiría halagado por la
vida. Para las amenazas ando preparado. Para dejar este estercolero, también.
Seguidamente tengo que decir que
eso de llegar como tropa de asalto, interrumpir el inicio de un reunión y
entrar a pesar de las advertencias de no haber sido invitados, no es novedoso.
En Colombia esa práctica fue común en los bandoleros que llegaban a las fincas
a realizar sus masacres. Fue común cuando los soldados de la dictadura
derribaba puertas en busca de estudiantes “comunistas”. Se afinó en el régimen
de Turbay. Actualmente el ejército de la derecha y la guerrilla no se han
olvidado de atropellar de esa forma en busca de informantes. Así es que lo que
hizo Julián Cabrera y sus sec… acompañantes no es de extrañar, pero sí de
censurar. Llegaron dispuestos a provocar, pues una ingenua mujer apareció con filmadora
en mano apuntándola hacia los desagradecidos beneficiarios del “Mejoramiento de sesenta viviendas del
municipio de Roldanillo” tal vez a la espera de reacciones violentas. Llegaron dispuestos a buscar camorra,
pues el tono de voz fue desafiante. Y finalmente lograron un intercambio de
insultos. Los escuché a todos en una grabación de treinta y dos minutos que se
hizo en el sitio y me enviaron de inmediato. A Julián Cabrera se le olvidó algo
elemental: cuando uno tiene que dejar el poder, también tiene que dejar la
prepotencia, la arrogancia y todo lo que ese narcótico produce para enceguecer.
A propósito de lo anterior, es
por demás extraña la reaparición en público de Julián Cabrera. En el ejercicio
de su mandato se le buscó por toda parte para que explicara razonadamente la situación del
parque Elías Guerrero (tema de nunca acabar) y no quiso dar la cara. No dió
ningún tipo de explicaciones, así fuera en un boletín de prensa. No atendió con
responsabilidad el llamado de la comunidad. Fue arrogante ante el clamor del
pueblo. Y ahora viene a decir, de manera desafiante y altanera, que se toma a
la fuerza cualquier espacio, así sea una reunión para programar un sancocho de
gallina, porque necesita ser oído. ¡Vaya! Parece que Julián Cabrera quiere
rescatar un estilo de réplica que se da en los grupos neonazis y en las
organizaciones de ideologías extremas.
Repito: como trato de ser consecuente con mis
ideales, no temo a ninguna confrontación ideológica. No temo a la muerte, pues
ya he vivido suficiente, aunque quisiera vivir más. Y no tengo enemigos que signifiquen ese riesgo. Si no le temo a la muerte,
mucho menos le voy a temer a otras contingencias que puedan tener ocurrencia en mi vida pública. El miedo, el verdadero miedo, se percibe por otros lados.
ANIBAL MANUEL
ANIBAL MANUEL