¿Ya le contaron a sus hijos cómo fue el asunto de la Violencia en las décadas de los 30 a los 60? ¿No se lo han contado?
Claro, es que a ustedes, los que no pasan de los cincuenta años de edad, tampoco se lo contaron. La razón es muy simple: A nuestros padres y abuelos y bisabuelos y tatarabuelos les dio vergüenza decirnos que en Colombia hubo una guerra que fue llamada “La Guerra de los Mil Días” en la que se enfrentaron liberales y conservadores por una pendejada: por tener el PODER en sus bolsillos. Y escribo en mayúsculas esa palabreja porque es evidente que quien guarda en sus baúles unos cuantos miles de billones de pesos es también el que se embolsa el poder ejecutivo, el poder judicial y el poder legislativo. Nada menos.
Les cuento… La “Guerra de los Mil Días”, que inició en 1899, fue ganada por los conservadores (o godarria) en un fotofinish espectacular, pues de los 300.000 muertos que se calcularon en tres años de matanza, la godarria pasó la línea de meta con apenas 15.000 menos que los liberales (o cachiporros). Ustedes dirán que tan pocos muertos de diferencia ameritaban un acuerdo de empate, una equitativa repartición burocrática que dejara contento a todo el mundo. Pero resulta que nuestros queridos padres y abuelos y bisabuelos y tatarabuelos no habían ido solamente a matar supuestos enemigos políticos para luego repartirse los puestos oficiales. No, señor. Ellos fueron a matar porque necesitaban correr las cercas de sus fincas y quedarse abusivamente con la parcelita vecina.
Como el poder de unos es para joder a los demás, los conservadores ondearon la bandera azul para gobernar hasta 1930, sin darle participación del pastel burocrático a los liberales. Como si eso fuera poco, los persiguieron como a ratas de alcantarilla para eliminarlos con la disculpa de que eran comunistas. ¡Qué falta de imaginación! Hasta los curas, que siempre han llevado al rebaño por la senda de la ignorancia, gritaban desde los púlpitos que «matar liberales no es pecado». Desde entonces los godarria siguió asesinando y enseñándole a sus hijos a asesinar cachiporros, hasta que en 1930 Olaya Herrera, ondeando la bandera roja, llegó para sentarse en el mullido sillón de la Presidencia de la República de Colombia. Pero apenas por cuatro años.
¿Me preguntan ustedes cuál es la diferencia entre liberales y conservadores?
Ninguna, salvo el color de la bandera, que es lo único que diferencia a un grupo religioso de otro. O a un equipo de fútbol de otro que, en últimas, son los mismos dándole patadas al mismo balón.
Y lo digo porque cuando los de la bandera roja subieron al PODER, pero no para gobernar como lo indica la Constitución, sino para perseguir a los de la bandera azul con el fin de matarlos por haberlos perseguido, pero principalmente porque necesitaban correr las cercas de sus fincas y quedarse abusivamente con la parcelita vecina.
Los liberales (asquerosos comunistas, según la godarria fascista de aquella época) quisieron volver a sentarse en el sillón presidencial y se fueron con dos candidatos: Gabriel Turbay, liberal más godo que los mismos godos, y Jorge Eliécer Gaitán, un poquito liberal pero, en realidad, bien populista. Los godos vieron que con Gaitán peligraba su lucrativo negocio de correr las cercas de sus fincas y entonces decidieron borrarlo del mapa nacional (Tradúzcase borrar como asesinar). La gracia le costó a Colombia nada menos que un rosario de matanzas en nombre del partido liberal y el conservador que dejó en ocho años más de cuatrocientas mil tumbas. Los cementerios se convirtieron en la sede de los directorios políticos y las funerarias en el negocio más rentable de este país. Hasta que se inventaron eso del “Frente Nacional” que no fue otra cosa que un acuerdo para repartirse el botín por partes iguales. En esencia fue dejar que los godos robaran cuatro años y luego, en los siguientes cuatro años, robaran los cachiporros.
¿Qué motivó a darnos plomo y machete sin compasión? Ya lo saben: el PODER.
«¿El poder para qué?» Preguntó ingenuamente Darío Echandía. ¡Hombre!, Pues para joder a quienes no lo tienen y, de refilón, perseguir a los contrarios y matarlos con cualquier pretexto, pero principalmente porque necesitaban correr las cercas de sus fincas y... sí, quedarse abusivamente con la parcelita vecina.
El PODER… Es que el poder es el basuco de potentados y políticos, pues el que lo prueba le queda gustando y para conservarlo no importa perder su dignidad, autoestima y vergüenza, ni hundirse en ese profundo pozo de mentiras del que ya no se puede salir.
Pero no vayan a creer que los que mataban eran los grandes ganaderos, los grandes hacendados, los grandes empresarios… No, señor. Ellos lo único que hicieron fue mandar a jalar el gatillo o a asestar el machetazo creyendo que con solo mandar estaban libres de culpa ante los ojos de su Dios. Los que sí se untaron las manos de sangre –desde la punta de los dedos hasta los codos- fueron nuestros tatarabuelos, bisabuelos, abuelos, padres, nuestros parientes lejanos en el tiempo, esos campesinos, obreros, artesanos, minúsculos comerciantes, todos sumidos en una ignorancia que fue propicia para alimentar el fanatismo que en este país es más abundante que las ollas de vicio, esas que la policía no ha podido acabar en los 1.103 municipios de este país marimbo-cocalero.
Ellos también sacaron ganancia de sus actos criminales, pues no tenían nada y de la noche a la mañana aparecieron como los dueños de fincas cafeteras y que les escrituraron gracias a la bondad de algunos notarios. Entonces no nos sorprendamos (o simplemente finjamos sorpresa) si en el fondo del armario de nuestras casas encontramos un papelito que dice que los tatarabuelos, bisabuelos, abuelos o los amantísimos padres salían de noche a cazar,,, no guatines (que esos ya los habíamos extinguido) sino a los contrarios políticos. Sí, lo mejor es que finjamos sorpresa. Después de todo, en la masacre partidista que iniciamos en 1899 -y que muy juiciosos hemos mantenido hasta el día de hoy- hay muy pocas familias que se atrevan a tirar la primera piedra, pues así como todos tenemos un negro y un indígena escondido en nuestros genes, todos también tenemos un criminal escondido en las ramas secas de nuestros podridos árboles genealógicos.
Por todo lo anterior es que cada tantos años nos inventamos otro conflicto con otros protagonistas que se han hecho llamar guerrilleros, autodefensas, paramilitares, en fin: defensores de la democracia y protectores del pueblo. Y hay que agregar a los narcotraficantes, por supuesto, que hacen parte de otra narrativa sin ideología pero que tiene muchas velas en el entierro de lo político.
Bueno, ¿y para qué ha servido toda esa violencia?
Pues yo creo que ha servido para que los liberales sean más godos que los godos y pierdan la memoria. Y los conservadores sean más fachos que Hitler y Mussolini juntos. En cuanto a los comunistas -los verdaderos comunistas de directorio y carné- siguen chorreando la baba de un discurso al que no le han cambiado ni una coma, mientras los progresistas tratan de sacudirse las viejas ideas y hacen esfuerzo por comprender las de avanzada. Pero ahí vamos. Unos y otros, echándole gasolina a una llamita que, gracias a las redes sociales, puede volver a incendiar esta patria que ya no nos pertenece.
NOTA FINAL:
El cuento completo lo consguen en LA VIOLENCIA EN COLOMBIA de Monseñor Germán Guzmán Campos
Otros textos de referencia:
Los años del tropel - Alfredo Molano
Las vidas de Pedro Antonio Marín (Titofijo) - Arturo Alape
Viento seco - Daniel Caicedo
Bandoleros, gamonales y campesinos - Gonzalo Sánchez
Lo que el cielo no perdona - Padre Fidel Blandón
Chulavitas, Pajaros y Contrachusmeros. La violencia parapolicial como dispositivo antipopular años 50 - Gina Paola Rodriguez
Colonización y violencia en el Valle del Cauca
El_Bandolerismo en el Valle del Cauca 1946-1966 Johnny Delgado Madroñero
Mediadores, Rebuscadores, Traquetos y Narcos. (1998). Valle del Cauca 1890-1997 - Darío Betancourth Echeverry
Las cuadrillas bandoleras del norte del Valle, en La Violencia de los años cincuentas - Darío Betancourt Echeverry
Crónica de una vergüenza-El papel de las AUC en el Valle -Adolfo León González Grisales
Si alguien tiene interés en uno o varios de esos títulos, puede solicitarlo en los comentarios. Se lo enviaré en formato PDF