Si el llamado Libertador Simón Bolívar hubiese sido un verdadero visionario, su esfuerzo guerrero habría ido más allá de mandar a quebrarle en la cabeza un florero a Llorente como disculpa para arrebatarle el poder a los españoles. Porque, a decir la verdad, el único cambio que se dio con la famosa “gesta libertadora” fue de personas gobernantes. Los resabios burocráticos quedaron intactos y así se conservan hasta el día de hoy, con excepción de la corrupción que ha crecido de tal manera que en la actualidad consideramos normal el CVY y otras prácticas dirigidas a embolsillarse algunas moneditas del erario. Algo que muchos consideran muy difícil de erradicar.
¿Y que decir de esa costumbre perniciosa de iniciar proyectos que nunca concluyen?
En cada administración municipal (y de ahí para arriba) el alcalde considera, en primer lugar. que su única misión es trabajar por complacer a su cacique político -dueño absoluto de un directorio- y a los que patrocinaron con generosidad su campaña.
Al cacique político debe guardarle los puesticos burocráticos, que terminan convirtiéndose en puestos de parásitos. A sus patrocinadores de campaña -que, desde luego, son los empresarios de la región y algunos potenciales proveedores- debe devolverles lo invertido. Por eso se inventan las exenciones tributarias y otras pendejaditas que requieren la intervención de comerciantes locales, dispuestos a la sobrefacturación. O a la pseudofacturación, que es otra manera de apropiarse de lo público.
Entonces, es donde entran en juego las obras materiales, las de concreto que son las que producen mayores dividendos económicos y electoreros. Pero hay un pero: Cuando la mentalidad del gobernante es plana, sus obras comienzan el día de su posesión y llegan hasta donde alcanza su período.
Esa es una verdad que ningún gobernante ha podido refutar. Aterriza un alcalde y empieza la construcción de algo -una escuela, por ejemplo- y a los tres años se va a las carreras dejando columnas como falos de la inoperancia oficial, paredes que no alcanzan a tapar la vergüenza del incumplimiento y planchones de cemento que no logran atajar el embate de la maleza. Y sus seguidores aplauden.
Para la muestra un botón: En un solo sector de apenas tres cuadras se encuentran estos tres monumentos a la desidia oficial.
Dizque aquí pensaban construir un puesto de salud. Pensaban... y después de 25 años siguen pensando |
...columnas como falos de la inoperancia oficial |
Iba a ser una extensión del Colegio López Pumarejo... Hasta que cayeron en la cuenta que educar a los potenciales votantes era quedarse sin caudal electoral amarrado. |
No recuerdo cuántos años llevan esas obras que, en su momento, fueron anunciadas con bombos y platillos, muchos discursos mentirosos y muchos voladores. Creo que más de veinticinco años. Lo que sí recuerdo es que esta es la tercera vez que escribo sobre el mismo tema. Mientras tanto, alcalde, caciques, empresarios y contratistas siguen muertos, no de vergüenza sino de la risa.