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3/28/2018

CON LICENCIA PARA HACER RUIDO

¿Será que el control al ruido en Roldanillo sólo se aplica a los establecimientos públicos ubicados en la denominada zona rosa?

La pregunta viene porque a diario escucho un desfile de vendedores ambulantes que recorren hasta el último rincón del pueblo anunciando su mercancía con equipos que tienen un volumen, incluso, más alto que el que se escucha en la zona rosa. Y las autoridades encargadas de poner orden en el municipio siguen mirando sólo para ese lado.

Desde el señor que pasa con tres bolsas de tomate pregonando que están en promoción y lleva cuatro meses sin que nadie le compre, hasta el vendedor de obleas y solteritas, el de las papayas y el plátano, el que lleva la mazamorra y el que ofrece la magnífica oportunidad de pagar tres productos y llevar dos (aproveche el gangazo), todos -amparados en el constitucional y sagrado derecho al trabajo- compitiendo para definir quién tiene la amplificación más poderosa. Y las autoridades encargadas de poner orden en el municipio ni siquiera se dan por aludidas.


Todos compiten para saber quién vende a mayor velocidad, pues se escucha el pregón en una esquina pero cuando el potencial comprador sale, el vendedor va tres cuadras más allá. ¿Para qué tanto ruido si nadie logra agarrarlos? Y las autoridades encargadas de poner orden en el municipio tampoco pueden alcanzarlos y por eso no han podido hacer las reconvenciones del caso.

Ahora se ha unido a este coro el anunciante de un circo, que de manera contraria a los pregoneros del pueblo, recorre una y otra vez y otra vez las calles reventando tímpanos con la característica voz destemplada y gritona  de los payasos para invitar a morir de la risa.  Y las autoridades encargadas de poner orden en el municipio realmente muertas de la risa sin haber ido al circo porque no han escuchado el anuncio.
El del circo es un caso patético. Ya agoté la existencia de tapones y estoy a punto de someterme a una intervención quirúrgica para que me eliminen el órgano de la audición, pues realmente se ha vuelto insoportable la situación: el anunciante pasa en un automóvil hasta ocho veces en el día por el sector donde vivo dispersando contaminación auditiva a niveles desquiciantes. Al respecto alguien escuchó mi lamento y me insinuó que presentara un derecho de petición ante las autoridades encargadas de poner orden en el municipio. Como soy un poco más escéptico que santo Tomás, respondí que tiene más efecto un acetaminofén en el tratamiento del cáncer metastásico que un escrito petitorio dirigido a las autoridades encargadas de poner orden en el municipio, que ellas tampoco leen a este servidor (pero sí les llega el bochinche), que mejor es esperar a que el circo anuncie que será su último día en Roldanillo (aunque los últimos días de los circos son de tres semanas), que seguramente el de los tomates por fin venderá las tres bolsas que siempre lleva en su bicicleta, que a lo mejor el de las solteritas le da por volverse casamentero y decide guardar su megáfono, que el de las frutas ya no volverá a dar papaya y al de las verduras algún día se le tendrá que madurar el plátano, que el de la mazamorra... en fin, que no voy a gastar papel ni esfuerzo ante unas autoridades encargadas de poner el orden en el municipio porque, en primer lugar, ellas son las que dan los permisos a todos los ruidosos del pueblo y, en segundo lugar, porque ellas NO OYEN el tormento diario de los perifoneos. Y casi nunca OYEN a los ciudadanos. 


Ah, ahora no es que me salgan con el cuento de que si me molesta tanto el ruido de este pueblo, entonces me largue para otra parte. Me anticipo a esa hipotética recriminación: No me voy de aquí porque escogí vivir aquí, porque nací aquí y he estado aquí mucho antes que un tercio de los que viven aquí pero no son de aquí y por eso no les importa lo que pasa aquí. 


3/13/2018

EL CUENTO DE NUNCA ACABAR




La verdad es que me hastía tocar temas políticos, pues termina uno nivelado con los seguidores del Innombrable. Por si no lo han notado, de un tiempo al ahora, cuando aludo a esos temas lo hago generalizando sistemas, ideologías, tendencias, preferencias, etc. y tratando de no mencionar protagonistas. Ese cambio obedece a la intolerancia reinante en las redes, que a veces se torna agresiva, más allá del límite del respeto a la integridad personal. Para la muestra tres botones que me llegaron con perfiles falsos a través del Messenger y que transcribo de manera textualizada:

1.     “No dejás de hablar maricadas, como hacemos para taparte la geta. A los mamertos como vos hay que mandarlos pa Venezuela pa que allá se muera de hambre”

La última parte de ese mensaje, en su esencia, la he leído en posts de un amigo que poco veo, aunque sí aprecio mucho y, por eso mismo, le concedo el beneficio de mi fe en él. Bueno, al menos este remitente no amenaza con enviarme al “barrio de los acostados”, que está más cerca que Venezuela  pero de donde no hay retorno.

2.     “Como que se volvió Petronio el poeta me gustaba leer sus libros pero como que no sirven sino para limpiarsen el C”

¡Qué tal este! No me volví petronio, como dice con innegable gracia. Una cosa es que desde mi punto de vista considere que Petro tiene menos pecados que otros candidatos y otra cosa es que me considere (y me consideren) su seguidor. Es arrogante como todos. Al parecer ejerce su autoridad como una madre, pues dicen que las órdenes a sus empleados colaboradores las da con gritos y regaños. No conozco político encumbrado (y hasta de vereda) que no lo haga. Pero algo si lo diferencia de los demás: nadie ha logrado sacarle los trapitos al sol con aquello de la corrupción. No conozco los aciertos y desaciertos de su administración en Bogotá. Pero nadie ha logrado –excepto su pasado guerrillero- mostrar que es un latifundista, que ha robado dineros del erario. En cambio los otros… Ah, y claro estoy de acuerdo con la utilidad aséptica que le da a mis libros, sobre todo para personas que seguramente no leen ni el horóscopo y poseen un bagaje cultural enriquecido exclusivamente por los memos que se publican en las redes sociales.

3.     “Dice que no le gusta la política y vealo hablando mierda por qué para eso si sabe escribr”

Otro que, además de comerse las comas, hace referencia a mi vocación de escribidor, aunque apunta hacia el género de lo escatológico. Al menos no se dirigen a “Ese abogado que no saca ni un perro a cagar”. Tampoco se refieren al “Profesor que no enseñó ni las muelas”. Ni a otro de los muchos oficios que he practicado en la vida. Lo cierto del caso es que los tres coinciden en su vulnerabilidad ante lo que sale de mi pluma (en realidad es de mi portátil) y no esconden su disgusto por el contenido no comprometido con nadie. CON NADIE. Sion amo ni soberano, pues ambos van de la mano. Sólo conmigo, con mi sensibilidad literaria y social, que igual censura un crimen o cualquier aberración tanto de la derecha como de la izquierda. Y no menciono eso que llaman centro, porque tal cosa sólo existe para los que les gusta irse por las orillas. O por las ramas, como dicen nuestros parientes los simios.

De veras que no están ni tibios los que tratan de matricularme -referencialmente y hasta de manera formal- en partidos que perdieron vigencia y sólo son fórmula de empleo en el sector público. Están meando fuera del tiesto los que, sin conocer a Víctor, Mario y Augusto, “Los Chaparrines” o haber leído sobre el origen de los ideologías y partidos, me llaman mamerto o castrochavista, otro embeleco que tampoco existe ni ha existido sino en las mentes obtusas.

Por supuesto que hice uso del derecho y el deber de votar, ya a mis 68 años de existencia tengo más que definido mi pensamiento ideológico, a pesar de algunas contradicciones. Y aunque parezca imposible, si tengo militancia política. Arriba la dejé sutilmente expuesta en dos octosílabos.

PD: Si esos tres mensajes los hubieran subido como cometario público y no como amago de insulto privado, créanme que me habría divertido mucho más.


3/08/2018

Por qué no soy del partido A


Si alguna profesión (en el sentido de profesar) requiere un largo aprendizaje es el de la política. Los primeros pinos se dan en la casa, gracias a la perversa intención paterna de meter en un cerebro apenas en formación ideas que ni el que las transmite sabe si son acertadas o no. Por eso, si a usted le preguntan por qué es del partido A la única respuesta que puede dar es: Porque mi papá es del partido A. Eso se vuelve casi genético y viene aparejado con el grupo sanguíneo. Mi experiencia pudo ser similar de no haber sido por un incidente nada extraordinario que, sin embargo, marcó la pauta en mi forma de ver el entorno que me tocó en suerte.

Resulta que mi padre, carpintero de oficio, fue también un hincha apasionado del Deportivo Cali. Sus discusiones con amigos y colegas eran de antología. Como el estadio más cercano era el Mora Mora de Pereira, cada vez que jugaba allí la “amenaza verde” mi padre alistaba bártulos (la palabra es de él) y en un bus de Trejos iba a ver jugar el equipo que constituía su único amor. Casi siempre yo lo acompañaba, lo que no fue suficiente para que ese amor se transmitiera por ósmosis, pues pudo más mi incipiente pero natural inclinación a nadar río arriba tratando de buscar un ahogado que siempre iba río abajo. Entonces decidí ser hincha del América. Mi padre no lo podía creer. Yo tampoco.

Ya podrán suponer que en casa de mi padre en Zarzal (la de mi madre era en otra parte) no faltaba ocasión para hablar de fútbol. Y de política. Porque mi padre, además, era liberal. Rafael Uribe Uribe, Eduardo Santos, Jorge Eliécer Gaitán, Alberto Lleras Camargo, Alfonso López Michelsen… esos fueron líderes que yo conocí en mi niñez debido a que a diario iban a la casa y se sentaban a almorzar en el banco de carpintería que por obra y gracia de un plato de sopa de albóndigas se convertía en mesa de comedor. 


Con la misma pasión con que hablaba del “glorioso” Deportivo Cali, mi padre hacía reseñas históricas del “glorioso” partido liberal. Era tanto el ardor que le ponía a ese tema, que el 13 de julio de 1965, fecha en que murió Laureano Gómez, el hincha del Cali se puso una camisa roja y salió al parque Gaitán de Zarzal a celebrar con sus amigos ese acontecimiento. “¡Murió el asesino!” recuerdo que gritaba alborozado. Yo, que había salido tras de él, me quedé con la jeta abierta,  viéndolo gesticular y casi sin poder pronunciar palabras. No lo podía creer. Mi padre tampoco.

"¡Murió el asesino!" recuerdo que gritaba alborozado.
Creo que desde ese día empecé a detestar los fanatismos. Además, yo no tenía motivos para ser fanático por nada: Era hincha del américa porque sí, por llevarle la contraria a mi padre. Y como si fuera poco, mi madre era conservadora… sí, porque su padre y su abuelo y, tal vez su bisabuelo y tatarabuelo también lo fueron. Entonces decidí que ni el fútbol ni la política me interesaban. Luego, a esa apatía agregué el desinterés por lo religioso. Me sacudí de esos tres motivos de discordias. Me escabullí de ese triángulo ideológico que arrebaña y aconducta. Claro que me gusta el fútbol, pero como espectáculo que se puede disfrutar con cualquier equipo. Desde luego que no me aparto de la premisa del hombre como animal político, pero soy más animal que político. Sí, tengo mis creencias, pero no están en los altares ni los libros sagrados. Así es que, perdonen la inmodestia, tengo una cierta ventaja que me hace un poquito independiente y otro tanto librepensador.

Quizás por eso es que ver el espectáculo que por estos días están dando los seguidores de Fulano y de Zutano (ya no se puede hablar de partidos políticos) produce una débil y amarga sonrisa. Personas que defienden propuestas que nada proponen y atacan al candidato contrario que tampoco tiene propuestas. Muchachos que hablan sin fundamento alguno porque desconocen incluso la historia más reciente de este país, seguidores que sólo tiene oídos para escuchar el sonido de flautas encantadoras, gente que antepone ideas ajenas a sentimientos propios… en fin, personas que odian de gratis y su único razonamiento es el insulto y el calificativo discriminatorio. Por ahí escuché de manera casual una charla en la que alguien le decía a su interlocutor: “A mi hijo le estoy enseñando que con los comunistas ni mierda. Esa gente hay que borrarla de la faz de la tierra…” Imaginé que si fuera comunista (algo que  ya no tiene vigencia) ese alguien, de unos veinticinco años, dría que con  los conservadores y liberales (que ya no existen) ni mierda porque a esa gente hay que borrarla. Y terminé pensando: a Manuel Alejandro a y a María Angélica, mis dos pequeños hijos, les seguiré enseñando que el objetivo en la vida no es tener éxito sino tener dignidad, no importa si nadan a favor o en contra de la corriente buscando un ahogado que ahora va río arriba. Lo demás viene por añadidura.





Roldanillo, 7 de marzo de 2018

3/06/2018

Oligarcas estrato -0 (menos cero)

En esta semana mi muy querido amigo Fernando Llanos Llanos puso el dedo en la llaga social al señalar que “Ha nacido una nueva clase oligarca en Colombia, son los ultraderechistas ESTRATO 1. 2 - 3. Quienes no se reúnen en el club Colombia, El Nogal o Campestre, sino en la tienda de la esquina del barrio, no juegan golf, ni tenis, ni póker, juegan parqués, dominó y billar, no comen caviar ni beben whisky ni champán, comen papa chorreada, morcilla y piden una Póker o Águila para tres, lo único que conocieron del conflicto armado en Colombia fue lo que leyeron en  Quihubo, El País, el tiempo o el ADN o lo que vieron en RCN. No tienen tierras, ni grandes empresas, ni en que caerse muertos pero están preocupados y tienen mucho MIEDO porque les van a expropiar, nadie sabe qué, pero están preocupados, lo único que saben de política es dos palabras, castrochavismo y vamos a quedar como Venezuela. Porque es lo que a diario ven por RCN y CARACOL”   (Lea texto completo del mensaje publicado por Fernando Llanos Llanos)

Muy acertado el comentario porque esos personajes, llenos de tantas contradicciones como de ignorancia, son los que se ven por estos días, en cantidades oceánicas, defendiendo ideales que están en contravía de su realidad y se creen de mejor familia sólo porque lograron conseguir una moto, mientras el vecino todavía tiene que andar a pie. Además, como estamos en un país cuyos dirigentes durante siglos han vivido del parasitismo encomendero, explotando a un campesinado que de la noche a la mañana se volvió obrero fabril y siguió aportando su cuota de servilismo, Juan Pueblo ya grabó en el disco duro que esas prácticas son las correctas y que si queremos ser alguien en la vida (es decír: si queremos conseguir algo en la vida) hay que obedecer, agachando la cabeza, a los poderosos, no sin antes pasar pisoteando a los demás.


Mi abuelo Uldarico, quien -para deshonra de la familia Venegas- participó en la llamada “Guerra de los Mil Días”, decía que en esa contienda los liberales y conservadores de ruana y alpargatas se mataban de día en el campo de batalla mientras los elegantes generales de ambos bandos jugaban de noche ajedrez en los campamentos. Desde luego que tropa rasa era enlistada de la peonada macilenta que tomaba la filiación política del patrón y lo único que hacía era correr para donde ese patrón arreaba. Más o menos como ahora, sólo que en nuestros días la gente corre, casi muerta de hambre, para donde le den un tamal, una caja de lechona o un enorme  mercado de veinte mil pesos. 


Sí, ha nacido una nueva clase oligarca en Colombia. (Lea sobre el sistema oligárquico). Pero al mismo tiempo ha nacido una nueva forma de cliché lingüístico.

En nuestro entorno político solo se ven personas estrato 1, 2 y 3  (que en el Country es el equivalente al estrato -0, aunque en Roldanillo creemos pertenecer a una aristocracia especial) cacareando un discurso de tres líneas aprendidas del que, a su vez, lo aprendió en Facebook. Discurso intolerante, cargado de odio y fanatismo irracional que de veras atemoriza. Discurso que defiende -con amenazas solapadas e insultos gratuitos- a líderes de pocas ideas pero sí con exageradas ambiciones personales. Por eso vemos la involución del lenguaje utilizado en las redes sociales, que se caracterizaba por los elogios inmerecidos (Te ves genial, como siempre. Muy bella tu familia, Dios los bendiga) pasó a ser de corte séptico: El asqueroso comunista de Petro, el asesino y violador de Timoshenko… Y si usted se toma la osadía de pensar diferente, entonces el calificativo es único: Mamerto, pues el fascismo encontró en esa palabra el abracadabra para argumentar lo que no es capaz de argumentar. Es el insulto a flor de piel que casi siempre se acompaña de imprecaciones. 

Claro que los estrato 1 y 2 están divididos ideológicamente, porque de igual manera los mamertos (me encasillan inmerecidamente en ese gremio) aprendieron el discurso y no hablan del insigne patriota Uribe sino que se refieren a esa gonorrea asesina. ¿Santos? Lo menos que le dicen es traidor HP (Traidor Honorable Presidente). 

No, en el fondo no es el uso retorcido del lenguaje de una oligarquía de vereda que no tiene dónde caer muerta, pero teme que le expropien el colchón o la tierra que ha acumulado en el ombligo. Es el referente que, en este caso, apunta a personas que no pueden replicar. Por eso causan hilaridad  esos mensajes que, por lo repetitivos, uno ya pasa por alto. Uribe, Santos, Timoshenko o Petro ni siquiera los conocen, pues esos patriotas, que no duermen por pensar en cómo mejorar las condiciones de su Finca-Estado, no están tan desocupados como para vivir pendientes de las idioteces que usted y yo escribimos en la web. En la web o nada.